jueves, 29 de diciembre de 2022

La abuela pide más que Hacienda.

Llevo tanto tiempo sin dar una buena patada en la espinilla a alguien que no me queda otra que entrenarme para que, cuando se la de al Médico, no tenga una decepción. Por eso me paso el día dando patadas a todo lo que se me pone delante y, ahora mismo, tengo el pie baldado. Como se nota el paso de los años... 

 Ha llamado la abuela para decirme que me vaya agenciando en vestido de noche, con mucho brilli brilli, que haga babear a su hijastro. - "A ver si, por fin, alguien cae rendido a tus pies y te hace a mi bisnieto"

- No me presiones, abuela. Estas cosas hay que tomarlas con calma. - "¡¿MÁS TODAVÍA?!"

La Cotilla llegó a la hora de comer - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Aún no has abierto ninguna lata? ¡Son las dos, nena! - Es que estoy indecisa entre fabada asturiana o albóndigas con tomate... - Trae la baraja y lo echamos a suertes. - Al final abrimos las dos latas y nos pusimos como el kiko. 

Sentadas en la salita, mientras el sueño se iba apoderando de nosotras, me pareció escuchar a la Cotilla diciendo que había "algo" para mi en su bolso sin fondo. Y caí en los brazos de Morfeo plácidamente...

Desperté entre unos porrazos en la puerta de la calle y el susto que me dio Pascualita al saltar, desde no sé dónde, a mi escote.

- ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH, JODÍA MEDIA SARDINA!!! 

Acerqué el ojo a la mirilla y me encontré con otro ojo, oblícuo, que miraba desde el rellano de la escalera. Tragué saliva: - ¡GLUB! La mafia china... (dije para mis adentros) - Y sin pensar lo que hacía, abrí la puerta de golpe, pegué una patada en la espinilla al dueño del ojo oblícuo mientas Pascualita (a la que le encanta una buena pelea) iba de mi escote a la cabeza del chino al que, por cierto, le caían unos lagrimones como puños.

En un santiamén, el mafioso lució una cabeza monda y lironda ¡y gratis!

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