sábado, 31 de diciembre de 2022

¡Feliz Nochevieja ¡!

 Cuando se me pasó el disgusto de saber que "el chaval" no venía por mi sino a por lo que pudiera afanar en casa, recordé lo que dijo la Cotilla cuando se estaba quedando traspuesta el otro día; que había "algo" para mi en su bolso sin fondo.

Entre otras muchas cosas, encontré un vestido de noche color rojo español (¿será esto?, pensé) Me lo probé. Colgaba un poco por aquí, otro poco por allá. Algunos volantes estaban deshilachados... Vamos, que tenía más años que la mismísima Cotilla. A éstas alturas de la tarde no encontraría ninguna modista que lo recompusiera. Y para hacerlo yo... mejor dejarlo como estaba.

A dos palmos sobre  el Arbol de Navidad mi primer abuelito llamó mi atención haciendo sonar unas campanitas de plata: . Nena, la solución está en el pegamento Imedio. - ¿Tengo? - le pregunté. - Viene entre los volantes del vestido. - ¡Y así era! Y el vestido quedó niquelao. Después gasté casi una botella de perfume para matar la peste del pegamento y a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga.

Llegaron los invitados. Mi primer abuelito se plantó junto a la Momia durante toda la cena. En cuanto entró el médico entró le lancé un patadón a la espinilla que lo dejó sin aliento; después. dando media vuelta le dejé la otra espinilla temblando. ¡Como lloraba el pobre! - ¡Aaaaaaaaayyyyyyyy, nena! ¡Me haces el hombre más... ¡buaaaaaaa! ... feliz de la Tieraaaaaaayyyyy!

Más tarde, cuando todo hubo terminado y los comensales emprendieron camino hacia la escalera, el Médico, cojeando como un poseso pero con una sonrisa de oreja a oreja, me cogió entre sus brazos y me dijo al oído: Dame otra patada para el camino, nena. - Y no me hice de rogar ¡¡¡AAAAAYYYY!!!


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