martes, 27 de diciembre de 2022

Villancicos.

- ¡Eh..., eh! queremos turrón. - Los comensales de la Santa Cena intentaban llamar nuestra atención inútilmente porque la algarabía que había en casa tapaba sus voces. 

El árbol de la calle llevaba una hora cantando villancicos y nosotros con él, a pesar de lo mucho que se había quejado de mi porque dice que canto como un grillo afónico. ¡Ya lo sé pero un día es un día! - Vale pero si después llueve a cántaros y se producen inundaciones no me culpes. 

Pensé que serían cuatro o cinco cancioncitas de mi niñez pero el repertorio del árbol de la calle no tiene fin y las cantas en sus idiomas respectivos, cosa que ha llegado directo  al corazón, que no tiene, Pepe el jibarizado porque se lo comió con patatas y cebolletas el Jefe de la tribu  enemiga que ganó la batalla.

Emocionado, dejó caer un chorrito de lágrimas por el ojo-catalejo y a continuación cantó algo de su tierra con mucho sentimiento: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. - fue largamente pitado, aplaudido y vitoreado.

Pascualita no quiso ser menos y encaramándose al borde de la pila de lavar del comedor, cantó una canción larguísima... que no oyó nadie; ni las bolas de polvo. Menos mal que estaba al quite mi primer abuelito, colocado a dos palmos por encima del Arbolito de Navidad. 

Antes de hablar, el abuelito lució ante todos nosotros su último sudario de fantasía de Madame Chanel. Llevaba un bordado de pastores esperando a los Reyes Magos junto al  Portal, a falta de poder verlos en el Hola; y criticarlos a gusto. 

- Pascualita ha cantado una parte de su extensa vida en la que conoció, entre otros, a Ulises: Ha cantado como se comía a los pescadores que se tiraban al agua tras ella una vez que los había hechizado con sus cantos. Ha dicho, por ejemplo: Chupaba, uno a uno, sus dedos hasta dejar los huesecillos mondos y lirondos... ¡snif!... ¡que bonito, nena!... Me he emocionado... ¡snif!...

 

 

 

 

 


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