viernes, 2 de diciembre de 2022

Pascualita y sus celos.

Quien salió ganando entre aquel batiburrillo de acusaciones de la Cotilla fue ¡el árbol de la calle! Caló hondo, en la sensiblería de la gente del barrio, el detalle de cantarnos todos los días Las Mañanitas. Por eso, queriendo agradecerles la atención, todos los vecinos y vecinas, al pasar por su lado lo saludaban a su manera: - ¡Hola, guapo! ¡Buenos días, Pavarotti! ¡Gracias por cantarnos! etc. etc. etc... a pesar de no haberlo oído nunca. 

También hubo futboleros que, juraron y perjuraron, que vieron a mi elegante primer abuelito, seguir, desde el aire, el balón del mundial. La cosa tuvo su gracia mientras a la Selección Española le fue bien pero el día que perdió lo pusieron como hoja de perejil ¡por no haber ayudado a meter goles! - ¿Qué le costaba al fantasmón? Eso sería hacer trampas, hombre. ¡Si hay que hacerlas, se hacen, coñe! No querrá ir al infierno... Puede que sea por eso, si...

La que trinaba era Pascualita que, como nadie sabe que existe, no tenía ni saludos ni quejas del vecindario. Así que empezó a mostrarse sin atender a razones. En cuanto entró la Cotilla en casa, que venía de sus trapicheos, saltó como  una flecha hacia ella y cayó a sus pies. La vecina dio un salto hacia atrás y un grito histérico: - ¡¡¡UN BICHO!!! - y le dio tal patada que la mandó entre las ramas del árbol de la calle... donde quedó KO. Mientras, la vecina cerraba la cristalera del balcón de un portazo que hizo temblar las bisagras de la misma.

Que cruz tengo con ésta gente.

 

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