domingo, 12 de marzo de 2023

¡Egoísta!

Esta mañana, Pascualita ha estado desaparecida durante un rato. La he llamado para desayunar juntas una ensaimada con cola cao y no ha hecho acto de presencia, cosa rara porque se pirra por las ensaimadas y le encanta bañarse en el cola cao. Así que me he preocupado un poco.

Después de mirar por toda la casa he llamado a la puerta del cuarto de la Cotilla: - Holaaaa... ¿está usted solaaaa...? - ¡No, boba de Coria! Estoy con Alain Delon. - ¡Ostras, preséntemelo! - ¡Aaayyy... que cruz tengo contigo...! (suspiró la vecina mientras se arrebujaba, de nuevo, entre las mantas)

Seguí mis pesquisas en busca de la sirena. El árbol de la calle no la había visto: - Pero puedo cantarte Las mañanitas... - ¡No, gracias! - La cristalera tampoco: - Y menos mal porque siempre pone sus desagradables manos palmeadas en el cristal y deja las huellas marcadas.

El ánima de mi primer abuelito, subido a  la lámpara del comedor con un sudario nuevo de entretiempo, estaba más bonito que un San Luis. Era de seda rosa y montones de flores de almendro caían al suelo imitando a la nieve que, todavía, queda en la Serra de Tramuntana. - ¡Oh, que bonito! (dije y añadí, mostrando mi mejor sonrisa: - ¿Este sudario viene acompañado de una escoba? - ¿Lo dices por las flores? No te preocupes de ellas, son biodegradables, nena.

Volví a la cocina ¡y allí estaba la última sirena del mundo mundial! comiéndose la ensaimada que debía ser para las dos.

En la mesa estaba la jaulita metálica donde la metí para que nadara y no se escapara hacia las grandes profundidades del mar. En el metal había marcas de sus dientecitos de tiburón.

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