Me telefoneó la Momia y su voz, un poquito más cascada que antes (no hay que olvidar que mi bisabuelastra es, probablemente, la persona más longeva de la Historia después de Matusalem) y se la notaba contenta e ilusionada:
- ¡Ay, nena, que pena que no te guste mi nieto el Médico porque es tan buena persona...! - A ver, no es que me disguste porque está buenorro pero esa inclinación suya al masoquismo me llega a cansar cuando lo tengo cerca porque, una cosa es darle una patada en la espinilla porque me place y otra estar dando patadas toda una tarde porque disfruta recibiéndolas. - Sé lo que quieres decir, nena. Yo tuve un novio, allá por los finales del siglo XIX, muy besucón y estando con él acababa con la cara chorreando babas...
Me contó que el Médico había estado de viaje_ - ¿Y a qué no sabes qué me ha traído de Cuba? - ¿Unos habanos? - Hay, nena, que obtusa eres... ¡tres cubanitos culito-respingones! ¡Y no veas cómo bailan! Desde entonces no paro de mover las caderas, ayudada con el tacataca porque los años no pasan en balde.
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