viernes, 17 de marzo de 2023

 Nadie de la casa habla conmigo, ni siquiera Pompilio aunque tiene un motivo: se acerca la primavera, que promete ser calurosa, y debe darse prisa a coger calcetines antes de que la gente se calce las sandalias. Así que no me habla porque está atareadísimo ¡la de calcetines divorciados que habrá!

Pepe es el único que me habla y no me queda otra opción que escucharlo si no quiero acabar hablando con las paredes.

Su ojo-catalejo ha estado haciendo un pequeño recorrido hasta que me ha visto. Me tiene admirada como, una cabeza cortada y reducida por los jíbaros hasta convertirla en llavero, puede pensar y expresarse. Por ejemplo para contar qué le pasó.

- Me había subido a un cocotero que, además de leche de coco daba también una tacita de café. En aquel momento era la persona que tenía una vista en cinemascope de toda la tribu. Desde aquella altura dominaba la selva entera y eso produjo envidia cochina al jefe de la tribu vecina que era feo como un armadillo; en cambio yo era hermoso como un querubín. 

- Desde mi atalaya, le vi levantar un brazo, cosa que no me gustó nada porque me llegó el tufo de su sobaco a pesar de la distancia, después gritó: - ¡¡¡TE CONVERTIRÉ EN LLAVERO!!! - Lo que no me preocupó en absoluto porque en mi vida había visto uno.

- Cuando mi estómago dijo: ¡A comerrrrrrrrrrrrrrrrr! regresé a mi tribu. En el camino una anaconda me tomó por su querido aperitivo, por eso me abrazó con su cuerpo descomunal para llevarme luego a su boca. Y cuando ya tenía medio cuerpo dentro, el envidioso del jefe vecino tiró de mi. Estuvimos en un tira y afloja hasta que la anaconda dijo: - Para ti la perra gorda. - y me vomitó.

Después todo vino rodado: - Me hicieron con verduritas y nata a las finas hierbas y los comensales quedaron satisfechos. Mi cabeza fue preparada para ser reducida y aquí estoy en plan llavero. - Te estás quedando conmigo, Pepe ¡Esta versión es nueva! - ¿Ah, sí? Como tengo la cabeza hueca...


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