viernes, 31 de marzo de 2023

Menudo cabreo.

En cuanto la Cotilla apareció por la esquina, sus Cosas empezaron a chillar y hacer aspavientos para llamar su atención: - ¡Nos han echado del cuarto! - ¡¿QUEEEEE?! (gritó ella a su vez y echa un basilisco, impuso a sus andares un trotecillo que la llevó, rápidamente, a mi casa).

Después de su ya consabido saludo, la boca de la Cotilla se abrió de nuevo para soltar sapos y culebras por la boca: - ¡No tienes vergüenza!... ¡Mis cosas en el balcón!... ¡Después de toooodo lo que he hecho por ti!... - ¡Te traigo lo mejor del contenedor del súper!... - Caducado (conseguí decir) 

Llevaba un rato queriendo meter baza pero la Cotilla no callaba. Fue Pascualita quién dio fin a tanta retahíla escupiéndole en un ojo un poco de su saliva envenenada. Antes de callarse soltó un: - ¡AAAAAAAAAAAAH! - que hizo temblar el edificio entero. Después llegaron los llantos, saltos, brincos, carreras en torno a la mesa del comedor (ahí aplaudieron los comensales de la Santa Cena, emocionados ante tanta vitalidad) 

Por último cayó derrengada en el sofá de la salita y fue cuando, agarrando la botella de chinchón que le acerqué, dio buena cuenta de ella.

Ahora está en pleno coma etílico. Cuando despierte no recordará nada y yo tendré que comprar otra botella.

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