domingo, 5 de marzo de 2023

Manos heladas.

 Al volver de comprar el pan ésta mañana, tenía las manos heladas y al ver que los primeros rayos de sol empezaban a calentar el balcón, he ido a por Pascualita para calentarnos juntas.

La sirena dormía a cola suelta y, a pesar de que la he cogido con delicadeza porque tiene muy mal despertar, en cuanto la he tocado ha dado tal salto que ha quedado colgada de la lámpara del comedor ¡Que susto me he llevado y cómo me he reído!

Al ir a por la escalera para bajar a la medio sardina he visto a Pepe el jibarizado adormilado en su estantería de la cocina. Al ponerle la mano encima para cogerlo, ha soltado un estridente: ¡¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! que ha retumbado en toda la casa - ¿Qué te pasa? (le he preguntado) - Por toda respuesta ha temblado como un conejo. Entonces me he dado cuenta de que la culpa de tanto aspaviento es de mis manos heladas... jejejejeje ¡No se ha escapado nadie de sentir el frío.

Los comensales de la Santa Cena, la Cristalera, el balcón, el árbol de la calle, sus ramas, Pompilio, alguna de las bolas de polvo ¡hasta la Cotilla ha sentido mi mano en su espalda y ha corrido a encerrarse en el antiguo cuarto de la abuela.

¡Que risa, que risa! ¡que bien lo he pasado! Pero me faltaba uno para rematar mi "gracieta" He tenido que esperar un poco: mi primer abuelito se estaba probándo un nuevo y espectacular sudario. Por fin apareció, tan espectacular como siempre. ¡Y encina, llevaba en la espalda un escote hasta la cintura ¡y allí puse mis manos heladas!

¡¡¡AAAAAAAYYYYYYY!!! Saltó como un resorte hacia el techo aporreándose la cabeza una y otra vez contra el techo.

Por poco me da un infarto de tanto reir. Al final todos estaban enfadados conmigo ¡Pero que poca correa tiene la gente! Y la peor, Pascualita que, en cuanto se repuso de la impresión, aguardó pacientemente a tenerme a tiro para escupirme a la cara un buchito de saliva envenenada que me hizo ver las estrellas de tres o cuatro galaxias mayores que la nuestra.

Ahora tengo los ojos taaaan hinchados como una pelota de tenis. Y el caso es que se salen de las órbitas para tirarse al suelo y volver a subir como un yoyo. Y así llevan horas: ¡arriba y abajo y vuelta a empezar!

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