martes, 7 de noviembre de 2023

El espejo.

Recién levantada de la cama se me ha ocurrido mirarme en el espejo del baño y casi me da un infarto. El alarido salido de mi garganta convirtió al espejo en multitud de espejitos en los que se repetía mi somnolienta imagen. Pascualita, aposentada en mi escote, aplaudió mientras enseñaba su  dentadura de mini tiburón en una sonrisa terrible.

- A ver si te crees Miss España, media sardina. - Y para que viera que no todo el monte es orégano, la puse de sopetón frente a la dura realidad: el espejo. El infarto del que yo me había librado, se ensañó con ella. ¡Se murió unas veintisiete veces y otras tantas resucitó! El pelo-algas que "adorna" su cabeza ahora era verde, luego naranja, violeta, blanco... Toda una paleta de colores. Por primera vez la sirena estaba aterrada ante tal cantidad de "enemigos" de todos los tamaños, que tenía frente a sí. Eso me alegró el día.

Mi primer abuelito acudió raudo a ver qué había pasado: - Huy... eso son siete años de mala suerte, nena. - Gracias por los ánimos... - De nada. Ya sabes que los abuelos estamos para eso también. - Pues, vaya...

De la cocina llegó el OOOOOOOOOOOOOOOO de Pepe el jivarizado que pedía a gritos un trocito de espejo para verse. - ¡Ni hablar! ya está bien de sustos. - ¡Quiero verme! ( el ojo catalejo empezó a girar lentamente buscando verse reflejado) ¡Quiero vermeeeeeee!

Pensé que tenía derecho a saber cómo era. Nunca se había visto, ni siquiera en el río de su poblado porque nunca se le ocurrió hacerlo. - Anda, mírate.

El ojo catalejo detuvo su andadura frente al trozo de espejo que le puse delante y, en lugar de poner el grito en el cielo, se regodeó ante su estrafalaria imagen. Su último OOOOOOOOOO. decía: - ¡Que guapo soy!

 

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