martes, 14 de noviembre de 2023

Me ha caído el gordo...

 Luego hablan mal de mi, sobretodo la abuela pero, en realidad soy más buena que el pan de molde y he acogido en mi casa a los abuelitos. Lo que no recuerdo es si lo hice antes o después de beber varios chinchones on the rocks.

Cuando supieron que tendrían que convivir juntos, aunque no revueltos, pusieron mala cara. Y yo coloqué la tabla de planchar en mitad de la cama que usa la Cotilla a la que, por cierto, no le gustó nada que le invadieran "su cuarto" - ¿Y ahora dónde duermo yo? - En el cuarto de los trastos...

Desde que abría un ojo hasta que lo cerraba por la noche, la abuela tenía la televisión encendida todo el santo día. Y cuando conectaban con las manifestaciones de Madrid daba gritos de alegría, o de envidia, cuando salía alguna conocida: "¡Pero si es Angelines Mendez marquesa de Picos pardos!,,, Parece que ha engordado... Claro, está todo el día en la calle y vermú viene, vermú va... ¡Quiero ir a Madrid, Andresito!"

Pero éste, muy metido en su papel de refugiado familiar, hacía oídos sordos a la abuela y se pasaba el día haciendo sudokus.

La segunda noche que pasaron en casa, hubo un conato de rebelión cuando la abuela fue a acostarse y se encontró con que la Cotilla ya ocupaba su trozo de cama ¡sin la tabla de planchar en medio! Cuando preguntó a su marido de qué iba aquello él se limitó a contestar: ¡a mi plin, yo duermo en Pikolín!

A punto de armarse la marimorena, los comensales de la Santa Cena encontraron la solución diciendo a grito pelao a la abuela: - ¡Ven con nosotros, resalá, que llevamos sin festejar nada desde hace más de dos mil años! 

Lo último que recuerdo es ver a Pascualita dispuesta a saltar al cuello de Pom... pi...li..o ...


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