miércoles, 1 de noviembre de 2023

Los negocios de la Cotilla.

En el silencio de la noche me ha despertado la puerta de la calle al cerrarse. - ¡Chist, que estoy durmiendo! (le he dicho) - Me ha pedido perdón a pesar de que ella no tenía culpa alguna: - Ha sido la Cotilla al irse. 

Qué raro. Normalmente suele llegar a estas horas de sus trapicheos. - Pues hoy tenía prisa. - ¿Dónde ha ido? - Al cementerio... - Y ya no recuerdo nada más de la conversación con la puerta.

Al ser fiesta, Pascualita y yo hemos desayunado ensaimadas con cola cao. Hablaba con la sirena mientras ella daba saltos mortales dentro de su taza y ponía la cocina echa unos zorros cuando escuché un portazo: - ¡Dichosa puerta! - ¡Que no soy yo, boba de Coria. Ha sido la Cotilla! - ¿Otra vez?

- ¡Nena, no le abras la puerta a nadie! - ¿No saluda como siempre? - ¡No tengo tiempo para estas cosas! (y corrió a encerrarse en su cuarto)

Llamaron al timbre: - ¿Quién es? - ¡Los Geos! - ¿En serio? (y me dispuse a abrir porque esta gente suele estar de toma pan y moja) - La voz de la Cotilla sonó, a través de la puerta del cuarto,  como la voz de la conciencia: - No lo hagaaaaasssssss...

 Siguieron llamando al timbre. Después de los Geos, fueron los bomberos, los municipales, la guardia civil, la policía nacional... Toda una tentación para mi porque, entre tantos, podía estar el futuro padre del bisnieto de la abuela. Así que abrí la puerta de la calle. El rellano de la escalera estaba muy concurrido.

La pregunta fue unánime: - ¿ESTA LA COTILLA?

Esta noche han robado las flores frescas del cementerio que después han sido vendidas a los mismos deudos que las trajeron. Todo ha ido bien hasta que, un listo (palabras textuales de la Cotilla) ha reconocido sus ramos ¡Y se armó la marimorena!

Se la han llevado detenida mientras ella, llorando a moco tendido, decía: ¡Pero si he rebajado el precio de las flores!


 

 

 

 

 

 

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