Al volver del trabajo me fue imposible entrar en casa. Algo había detrás de la puerta que me lo impedía. Pensé que sería la Cotilla para hacerme una broma Y estuve un buen rato llamándola a gritos: - ¡¡¡Cotilla, deje ya de hacer el ganso, cooooñe!!! hasta que la vi entrar en la finca: - ¿A qué vienen tantos gritos, mameluca? -
Mirando por el hueco de la escalera, se veían las cabezas de otr@s tant@s vecin@s, quejándose de mi. - ¿No te enseñaron a hablar sin gritar, boba de Coria? ¡Pues va siendo hora que aprendas, jodía! ¡No escuchamos la tele!
Fue mi primer abuelito quien me chivó lo que pasaba en casa. - Hay una gran manifestación de bolas de polvo recorriendo el pasillo, arriba y abajo, con pancartas y todo. - ¿Por qué lo hacen? - Porque lo han visto en la tele y les gusta estar al día. - ¿Y qué piden? - Que exílies a la Escoba y al Recogedor. - ¡Sí, hombre! Hasta ahí podríamos llegar. No puedo echarlos porque las bolas de polvo se reproducen a la velocidad del rayo. - No sé como se lo tomaran... pero sabes que, como abuelo, siempre estaré a tu lado.
Anochecía. Mis tripas cantaban y bailaban Paquito el chocolatero del hambre que tenían. La Cotilla se había dormido sentada en un escalón y a mi no me quedaba ni gota de saliva en la boca de tantas conversaciones tenidas con la representante de las bolas de polvo para llegar a un acuerdo y poder abrir la puerta de una vez por todas. Pero, que si quieres arroz, Catalina.
Me veo, esta noche, durmiendo en la escalera...
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