domingo, 12 de noviembre de 2023

No hay nada imposible.

Estaba desayunando la ensaimada de los domingos, a medias con Pascualita, cuando han sonado voces fuertes en casa: - ¡Que no puede ser, hombre! - ¡Lo sé de buena tinta porque estaba la persiana abierta y lo he visto en la tele! - ¡Mentira! - ¡Uep! a mi nadie me llama embustero...!

Con la sirena como arma disuasoria por si las moscas, entré en el comedor y me encontré con una revolución. - ¡¿Qué pasa aquí con tanta bulla?! (grité a mi vez) Habla, árbol de la calle (dije en plan teatrero) -  Me sentía como un patricio (en éste caso, Patricia) romana, dando la vez a los senadores para que dijeran lo que tuvieran a bien. - Pues eso, que ha salido un león a pasear por las calles de Roma.

Hubo pitorreo, gritos, risas silbidos - El día menos pensado te talarán porque ya no das pie con bola. El árbol, cabreadísimo, agitó sus ramas con furor y se cargó los cristales de una ventana del piso vecino. ¡Menos mal!

Los más escandalosos eran los comensales de la Santa Cena. - ¡En Roma no hay leones! jajajajajaja ¡Si lo sabremos nosotros que estábamos allí cuando se puso de moda darles cristianos para merendar! 

El árbol de la calle no daba su brazo a torcer y la discusión se había encallado. Entonces Pascualita saltó como una fiera contra el cuadro de la Santa Cena y les faltó tiempo a los comensales para salir huyendo hacia los rincones invisibles. Desclavó su dentadura de la madera del marco y volvió de nuevo a mi escote. Mi primer abuelito se apresuró a traducir lo dicho por la sirena que fue...: - ¿Qué es un león?

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