lunes, 27 de noviembre de 2023

¿Olvidado? Nasti de plasti.

Fue todo un éxito comprarle una ensaimada a Pepe el jibarizado. No porque él comiera mucho. En realidad ni la probó porque me fue imposible descoserle la boca... Claro que tampoco me empeñé mucho, no fuera cosa que nos quedáramos la sirena y yo a dos velas. En cambio así conseguí que, entre Pascualita y yo nos comiéramos ensaimada y media cada una.

Los comensales de la Santa Cena remugaron un buen rato pero apliqué el refrán de A palabras necias, oídos sordos y en el reparto solo entramos la sirena y yo sin el menor remordimiento. ¿Qué esos solo comen una vez al año y virtualmente? A mi que me registren. Ya les dije que las quejas al Maestro Armero.

Estaba recogiendo las migas de ensaimada cuando llegó la Cotilla de sus trapicheos. - ¡Huy, que bien, La ensaimada de los domingos! ¿Dónde está la mía? 

Era una pregunta complicada pero comprobé que se me da muy bien hacerme la tonta. - No he visto ninguna con su nombre, Cotilla. -  Di, más bien, que se te ha olvidado comprármela. - ¡Pero qué dice, mujer! Claro que no... - ¿Entonces...? - El panadero se ha despistado y la habrá vendido a otra parroquiana. Como los domingos tiene tanto trabajo...

La Cotilla descubrió el papel en el que venían envueltas: - ¿Tanto papel para una sola ensaimada? (el retintín era innegable) - Eso me he dicho yo. No es raro que apenas queden bosques...

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