lunes, 6 de noviembre de 2023

El sueño.

Después de comernos una lata de fabada asturiana, para no perder la costumbre, la Cotilla y yo, repantingadas en el sofá de la salita y tapadas con mantitas oliendo todavía a naftalina porque están recién sacadas del cantarano de la abuela, hemos dormido una reconfortante siestra en la que hemos tenido gran cuidado de no invadir el sueño de una con el de la otra. Hasta aquí podríamos llegar.

Sin venir a cuento me encontré andando por un camino de arena, cosa que me enfadó mucho porque yo lo que quería era dormir la siesta. Un hombre se paró a mi lado mientras se partía de risa. - ¡Mira que he visto disfraces raros pero el tuyo le gana a todos! ¿De dónde lo has sacado,? - De dónde va a ser. Del mercadillo de Pere Garau. - Pero no quise darle más explicaciones.

- ¿Quién eres? (pregunté yo) - Yo soy yo. - ¡Que casualidad! ¡Yo también soy yo! ¿seremos gemelos? - No creo porque nos parecemos menos que un huevo a una castaña.

No me quise despedir del hombre sin preguntarle algo más: - ¿Alguien te puso un nombre? - Claro. Me llamaron Imhotep - ¡Ostras, como me suena! - A mi también (dijo el tío) 

Como no me preguntaba nada abrí la boca para decir: - Yo soy nena. - Y yo nene. -¿Imhotep nene? Suena raro. - Pues imagina que te llamaras Dolores Fuertes y tu marido, Barriga... ¿qué? ¿cómo se te queda el cuerpo serrano? - De jota.

La Cotilla dio un respingo y me despertó. Entonces me di cuenta que había hablado con el  sabio Imhotep y no le había preguntado dónde estaba... - ¡Ahora sería rica! ( me quejé) - La Cotilla canturreó: - ¡DE DONDE NO HAY... NO SE PUEDE SACAR, BOBA DE CORIA!

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