domingo, 19 de noviembre de 2023

Nadie está contento.

 Un escándalo que venía de la calle, me han despertado cuando la Aurora aún se estaba maquillando su bonitos colores. - Escuché atentamente. ¡Era una rebelión! - Salté de la cama porque, entre el jaleo, había escuchado la voz de mi primer abuelito.

Iba envuelto en un sudario de seda naranja con el aroma de las flores de azahar, que continuamente, brotaban y las abejas libaban sin parar. Me sentí tan orgullosa de él que se me cayó la baba sobre una de las bolas de polvo que pasaba junto a mis pies y la puse perdida. - ¡Que guapo eres, abuelito! Y pensar que la abuela y la Cotilla te desecharon ¡que jodías! 

Volví al tema que me había despertado y me asomé al balcón, cosa que tuve que negociar con la Cristalera que se negaba abrirse a esas horas brujas de la noche porque no era su turno de trabajo. Que difícil es el juego de los pactos...

Junto al tronco del árbol de la calle se arremolinaban perros, gatos y personas y nadie parecía contento. - ¡Que este gato no es mío! - ¡Tampoco es mío ese perro!... - La voz de la Cotilla se alzó, algo pastosa, a causa del chinchón trasegado durante sus trapicheos de esta noche. - Aquí lo que ... ¡hip!... pasa es que ... ¡hip! ... no queréis soltar la paaaaasta de la ... ¡hip!... recompeeeensa que decían los anuuuuncios del ... ¡hip!... facebooook...

La sirena del coche de la policía, con el Municipal Bedulio al volante, me hizo exclamar: - ¡Qué escandalosa es ésta sirena!. 

No había terminado la frase cuando Pascualita saltó, de la pila de lavar del comedor a mi escote, chorreando agua fría. Y mientras yo estornudaba como una descosida, ella calmaba su desilusión al no ver a ninguna paisana suya, mostrando su dentadura de tiburón hasta al Lucero del Alba.

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