miércoles, 24 de enero de 2024

El caballo de mar.

¡Oigo relinchos bajo el balcón! Oh, que ilusión. ¿Habrá venido un caballero andante a darme una serenata? ¡Válgame Dios. Y yo con éstos pelos! 

Justo en ese momento Pepe el jibarizado soltó una parrafada: - OOOOOOOOOOOOOOOOO - Mi abuelito, desde lo alto de la lámpara del comedor, me echó un capote y tradujo su extraño idioma: - No es un caballero, nena, sino un caballo que se ha escapado del establo para correr aventuras. Dice que es muy fan de ... - ¿Babieca? ¿Rocinante? ¿Bicéfalo? (dije yo, entusiasmada)  - ¡No, mujer! Estos pasaron peligros, penurias, algunos más hambre que un maestro de escuela. Dice que le gustaría ser como el Capitán Nemo y recorrer veintemil leguas de viaje submarino. - ¿Un caballo buzo? - No. Un caballo de mar... Bueno, cosas más raras se han visto.

Llamaron a la puerta. Era Bedulio el Municipal. - Los vecinos te han denunciado por tener un caballo pastando en el alcorque del árbol que hay bajo tu casa... Así que tengo que multarte. - ¡Ni hablar del peluquín! Ese caballo no es mío.

Tuvimos una larga discusión hasta que me harté y grité dirigiendo la mirada al techo: - ¡Abuelito, dale un capón a Bedulio para que entre en razón! - Dos segundos después pasaba como una exhalación junto al caballo que, en ese momento, relinchaba el Brindis de la Traviatta a dúo con el árbol de la calle.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario