sábado, 13 de enero de 2024

Una historia de invierno.

Pensé que nevaba cuando, al asomarme al balcón, vi caer lo que creí que era un copo de nieve. - ¡Vaya (me dije) ya estamos todos: el frío, el viento, la lluvia y ahora la nieve! - Entré en casa en busca de un anorak porque solo pensar en ellos me entró la tiritona.

Cuando volví al balcón el copo seguía donde había caído.  

El árbol de la calle también lo había visto y pensando que tras él vendrían muchos más y la calle pasaría de ser palmesa a convertirse en suiza y él saldaría en todas las teles, se puso a cantar: Blanca y radiante va a nooooooovia, que el pesado del árbol repitió sin parar.

- ¡Ya está bien, coñe! Cambia el disco. -  Para chasco, lo cambió y se eternizó, luego con la Blanca Navidad.

Los comensales de la Santa Cena, asomados todos al marco del cuadro, miraban hacia la calle, expectantes ante la nevada que vaticinó... ¿acaso lo hizo?... el copo de nieve.

Hubo comentarios sobre el largo descanso del mismo. - ¿De dónde vendrá? - Del Polo Norte. - Me ha parecido ver que venía del sur. - ¡Qué vas a ver tu, Pepe, si eres una cabeza hueca! - Oye (preguntó a mi primer abuelito el de las treinta monedas) ¿No se habrá ido al Otro Barrio?

Antes de que pudiera contestar, el copo de nieve salió volando. En casa, de manera espontánea, apareció un enorme y asombrado ¡¡¡OOOOH!!! que salió tras el copo en cuanto la Cristalera se abrió.

El árbol de la calle preguntó: - ¿Entonces... no va a nevar? - La parte exterior de la Cristalera, muy enterada ella, dijo: - ¡Y yo qué sé! habérselo preguntado a la reina de las Nieves, atontao.

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