sábado, 6 de enero de 2024

Vienen los Reyes Magos.

El balcón está lleno de zapatos de los abuelitos y de la Cotilla. Hay tantos que solo he podido poner uno mío en una esquina. - ¡Acaparadores! - le he gritado pero ni se han inmutado.

- ¿Tantas cosas has pedido a los Reyes, abuela? Pero si eres republicana, cooooñe. - "¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino?" (me replicó) - ¿Por qué no has puesto tus zapatos en la terraza de la Torre del Paseo Marítimo que hay más sitio? - "Allí ya está lleno."

Sonó el interfono: - ¡Hola, yo sel señol Li! ¿Estal señola Cotilla? Yo tlael zapatos. - ¿Para qué? - Pala balcón decil ella. - ¡La madre que la parió! 

Me llevé a Pascualita a la Cabalgata de los Reyes Magos. Lo hice para despejarme y porque los caramelos que tiran son gratis. La sirena miraba el panorama desde el termo de los chinos absolutamente relajada. Ni siquiera la batucada la alteró. 

Se notaba que estábamos colocadas casi al final del recorrido de la cabalgata porque los caramelos los daban con cuentagotas. A Pascualita le costaba tener los ojos abiertos e iba dando cabezadas...  Desde una de las carrozas, lanzaron al aire un buen puñado de caramelos y el tio que estaba a mi lado se convirtió en ¡el increíble Hulk! 

Puso los brazos en jarras con los codos hacia fuera. Abrió las piernas hasta casi partirse en dos. Se agachó ocupando, finalmente, un buen perímetro entre la acera y las vallas de seguridad. Y nadie tuvo narices de coger un solo caramelo más que él y a la velocidad del rayo. 

Me alteré porque aquel culazo era un bastión inexpugnable ¡y yo quería mi cupo de caramelos! - ¡Egoísta de las narices! - El grito despertó a Pascualita, a la que le gusta más una pelea que comer con los dedos y saltó a la cabeza del energúmeno para, en un plís plás, dejarla monda y lironda.

Nadie supo qué era el "remolino" que cacé al vuelo pero fue muy aplaudido

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