miércoles, 31 de enero de 2024

Anda que...

Cuando me he levantado ésta mañana no había nadie a la vista. La casa estaba silenciosa. Ni una sola bola de polvo se movía bajo los muebles. 

Sentí que una sensación de alegría me invadía ¡Estaba sola!... Después, razonando, me di cuenta de que no era normal lo que estaba pasando. Sin hacer ruido entré en la cocina a mirar el reloj. ¡Eran las cinco y media de la madrugada! - ¿Qué pinto aquí a ésta horas? (me dije)

Había sido tan buena la sensación sentida un rato antes que, en lugar de volver a la cama, preferí desayunar en soledad. Todo estuvo buenísimo a pesar de que las magdalenas llevaban unos cuantos días caducadas. 

Al acabar no tuve que limpiar la cocina de churretes de cola cao esparcidos por la sirena al lanzarse de cabeza en su taza. ¡No me lo podía creer! 

De repente, me entraron unas ganas locas de limpiar la casa y empecé por la Cristalera del balcón...

Antes de que dieran las ocho de la mañana, en el comedor se había montado un cristo. Todo eran gritos, aspavientos, palabrotas, malos modales... ¿Dónde había ido a parar aquella tranquilidad de la madrugada?

Sabiendo que las dos caras de la Cristalera se odian ¿por qué se me ocurrió empezar por ellas? Estaban tan sucias que no se veían y así no reñían pero todo cambió en cuanto el limpiacristales hizo su trabajo ¡Y encima, ahora, los vecinos se colocan en la acera de enfrente invadiendo mi intimidad y con la guasa del árbol de la calle para más inri!

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