martes, 30 de enero de 2024

Tozudos.

La Cotilla vuelve de sus trapicheos con el bolso lleno de deshechos del súper. Cosas recién caducadas que, incluso un ministro, puede comerlas. Hay bastante variedad y es un alivio para mi raquítica economía. 

Deja todo encima de la mesa del comedor. - ¡Vaya! ahora que iba a poner la mesa... - Me ayudó a llevar las viandas a la despensa y al final, sobre la mesa solo quedó una hucha de barro. - ¿También es del súper? (pregunté) - No. Estaba cerca de la tienda de los chinos del señor Li. - ¡Cotilla! ¿Ya ha vuelto a las andadas? Al final la mafia china le dará un disgusto. - 

Al oír nombrar al señor Li, Pascualita asomó la cara entre las algas de la pila de lavar del comedor. El hombre no es santo de su devoción desde que sabe que, si puede, se la comerá confundiéndola con una gamba gorda.

Sonó el timbre del interfono: - Mi sel señol Li. Tu ablil boba de Colia. -  Le di paso al  edificio pero mantuve la puerta de casa cerrada. Por la mirilla vi que el señor Li no venía solo. - ¡Escóndase, Cotilla, que viene con los de la mafia!

Empujé a la vecina hasta mi cuarto: ¡Métase en el armario! ¡Esta gente es peligrosa! - Pero... - ¡Ni pero, ni pera! En el reparto de sopapos me puede caer alguno despistado y yo no he echo nada.

- ¿Pol que no ablil puelta casa? - ¿A qué vienen esas prisas, hombre? - Señola Cotilla estal aquí. - ¿Aquí? pero si apenas la conozco... - Mi sel chino, no tonto. - Con un enérgico movimiento de brazo ordenó a sus sabuesos registrar el piso. - ¡Ni hablar! ¡Mi casa es sagrada!

 No tardaron en dar con la vecina y llevarla ante su jefe: - Tu tenel cosa que yo quelel... Tu dal a mi. - ¡Y un jamón con chorreras! - ¡No! ¡La hucha! - ¡Désela, mujer! - ¡Que pague las 2,50 que pido por ella! - ¡Sel cala! Yo dal 2,25 y no decil más...

No dan su brazo a torcer y llevan así toda la tarde. Los mafiosos y yo compartimos las magdalenas caducadas del súper mientras brindamos por la Cotilla que hoy, contra todo pronóstico, no ha robado nada.

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