sábado, 27 de enero de 2024

Me puede el sentimentalismo.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¿qué hay para comer, nena? - ¡Huy, se me ha olvidado ir al súper, Cotilla! Así que comeremos un sí, señor y un calle usted ¿Qué le parece? - ¿No quedan latas de fabada? 

No quedaba nada. La despensa y el nevera eran tristes páramos donde no crecía ni la hierba. -  - Pensé que usted traería algo comestible del contenedor de basura del supermercado: magdalenas, leche, aceite... - ¡Hala! ni que nos hubiera tocado la lotería.

La cuesta de enero nos ha dejado más secas que la mojama. Y como a grandes males, grandes remedios, se me ocurrió que la Cotilla propusiese, en las iglesias donde "límpia" cepillos, que saliesen los fieles en procesión y hacer rogativas para que llueva café, o mejor, café con leche.

Al árbol de la calle se le ocurrió algo mejor: - Demos serenatas por el barrio pidiendo a cambio latas de conservas de todo pelaje. - Nos exponemos a que nos tiren tomates... - ¡Bienvenidas sean frutas y hortalizas también! 

En vista de que, por más que se desgañitara el árbol de la calle, solo lo oía yo, no me quedó otra que ponerme también a cantar pero, en lugar de latas de conservas llenas, me las tiraban vacías. 

Pascualita, asomada al borde de la pila de lavar, cazó una al vuelo e hizo algo inusual en ella, acariciarla y acunarla con mucho mimo. Sentí un nudo en la garganta recordando aquella lata de sardinas en la que encontramos a la sirena. - Tiene sentimientos (pensé mientras dejaba caer un lagrimón de medio kilo de peso)

Y entonces, ¡me tiró la lata a la cabeza! ¡¡¡Cinco puntos de sutura me cogieron en la brecha que me abrió en la frente la hojalata!!!

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