lunes, 15 de julio de 2024

Adiós, cartilla.

Puse el tendedero en el balcón y con ayuda de dos pinzas de la ropa, tendí la cartilla del banco de la Cotilla. Debía aprovechar que seguía en el hospital para dejarla lo más restaurada posible.

A media mañana el rolls royce de los abuelitos aparcó en la parada del bus. - ¡¿Pero es que no hay otro sitio para dejar el coche?! (le gritó a GeooorgeBrexit el chófer de autobús) - Sorry. Mi no comprender españolo (dijo con toda su flema británica el mayordomo inglés) 

La sangre no llegó al río porque Geooorge tomó las de Villadiego y entró en el portal de casa, cargado de paquetes, antes de que el otro lo alcanzara. En la puerta de la finca se estrellaron los insultos, palabrotas y gritos de aquel buen hombre que tenía más razón que un santo.

- El día que te pille el chófer te dará un 4 - 0... ¡Huy! en que estaría yo pensando jajajajajaja

Se encerró en la cocina. - ¿Vas a hacer paella? - Madame decir yes. - ¡No le eches té, jodío!

El resto de la mañana estuve planchando, hoja por hoja, la dichosa cartilla. A un palmo sobre la tabla de planchar, mi primer abuelito no le quitaba ojo a mi trabajo. - No queda bien, nena... - Ya lo veo. Se nota que ha estado un tiempo en remojo. 

De repente, Pascualita, auto declarada dueña de la cartilla de la Cotilla, saltó hacia ella, la cogió con los dientes de tiburón y se dispuso a regresar de un salto a la pila de lavar pero... no llegó porque  le di un revés con el Hola y se empotró en el cuadro de la Santa Cena. Y antes, de que se repusiera del fuerte sopapo, los comensales, que siempre están caninos, ya habían dado buena cuenta de la cartilla sin, ni siquiera acompañarla con un poco de mayonesa

 

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