sábado, 20 de julio de 2024

Bedulio tiene estrés.

He llamado a Bedulio. - Ven a mi casa ¡Es urgente! - Ni harto de vino. 

El Municipal tiene la memoria larga para según que cosas. Piensa que el alma de mi primer abuelito le saldrá en cuanto entre en casa. ¿Por qué le dará tanto miedo si no lo ha visto nunca? - Quiero denunciar a la Cotilla. Me ha agredido. ¡Tengo marcados sus cinco dedos!

No pude convencerlo. Lo máximo que aceptó es que fuese yo a denunciarla al cuartel. - No tengo tiempo. Te lo digo por teléfono. Lo anotas en tu libreta de denuncias y ya está. - No pareció muy convencido. Lo estuvo pensando y luego, a regañadientes, dijo: - ... vale.

Entonces procedí a explicarle lo que había motivado el tortazo desde el momento en que encontramos su libreta del banco. Menos a Pascualita, a quien no nombre por ser el último especímen de sirena viva en el mundo, los demás fueron nombrados en mayor o menor medida según su participación en la historia.

Paré de hablar un momento para tomar aire y un trago de agua... Me pareció escuchar sollozos. - ¿Bedulio?... ¿Lo has anotado todo o quieres que te lo repita? - ¡¡¡BUUUAAAAA!!! - Bedulio lloraba como una Magdalena. - Pues sí que te estresa tu trabajo. 

Esperé un tiempo prudencial de dos minutos y proseguí la historia: - ...los comensales del cuadro de la Santa Cena... - En ese momento se desbordaron las lágrimas a través del teléfono. El caudal siguió su curso natural saliendo por el balcón y precipitándose a la calle. Las raíces del árbol bailaron alegres sevillanas al dejar atrás la sequía de estos días de calor. Lo mismo que unos pocos peatones, sobre los que también cayó la ducha lacrimal, se marcaron un zapateado ¡Y olé!

 

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