lunes, 29 de julio de 2024

Eso se avisa, Cotilla.

Escuché ésto: Te voy a cantar la canción más bonita del mundo...  Me dispuse a oirla y esto fue lo que sonó: ¡Tengo una vaca lecheraaaaa. No es una vaca cualquieraaaaaa...! y me dije que, para gustos, colores. Cosa que se reconcilió con el mundo entero.

Pascualita tiene los labios moraos, no de tanto sufrir sino que, para luchar contra el calor del verano tiene el agua de la pila de lavar del comedor llena de cubitos  de hielo. Se queda aletargada, baja su temperatura corporal y, como los osos en invierno, espera a que pasen los calores para volver a la vida.

La abuela ha llamado para ver cómo está su amiguita. - "Yo estoy fatal. Vendré a buscarla y se quedará conmigo hasta que mejore del asma. Haremos un intercambio: Andresito por Pascualita." - ¡No, no, no! Tu marido es muy pejiguero para comer. El señorito no quiere fabada de bote día sí, día no. - "No hay más que hablar"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡¡¡que calooooooor!!! ¡Me derritooooo! - No caerá esa breva, Cotilla. - La vecina entró en la cocina, trasteó en la nevera y poco después gritó: - ¡¿Dónde está?! ¡¡¡¿DONDE ESTAAAAA?!!! - Salió de la cocina haciendo aspavientos y más enfadada que un  mono. - ¡¿Has sido tú, boba de Coria?! ¡Puse una cubitera llena de chinchón en el congelador para hacerlo on the rock y no está!

De pronto, Pascualita, que por arte de biribirloque, ya no estaba moribunda, empezó a tirarnos buchitos de agua envenenada por su saliva. Ahora, la Cotilla y yo parecemos modelos de Picasso. Tenemos oreja, nariz, ojos... ¡huy, que se ha salido uno de la órbita! Todo descomunal... 

A pesar del dolor fui consciente del rápido resucitar de la sirena gracias al chinchòn.

 

 

 

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