Al llegar a casa del trabajo los personajes discutían entre ellos. era tal el guirigay que tenían montado que no entendí nada.
La Cotilla, que había vuelto a las andadas después de la pérdida de su cartilla del banco, llegó del trapicheo echa un basilisco: - ¡Que pesadilla! Hay guiris hasta en la sopa. Ya no se puede caminar por la calle! ¿Tú qué opinas? (me preguntó) - ¡Y yo qué sé! No me entero de lo que pasa con tanto jaleo - ¿Yo armo jaleo? (estaba atónita la vecina) - Entonces, como por arte de mágia, pasó un ángel y se hizo el silencio más absoluto. Pero no me sirvió de nada porque nadie decía ésta boca es mía.
Me marché a rumiar la empanada mental que tengo al vivir en tres estratos diferentes de la realidad. - Cuando volví a casa la Cotilla cantaba aquello de ¡Moni, moni, moni...!
Abrí la nevera y ¡estaba llena de guiris! Al verme me preguntaron por el piso turístico e ilegal de la Cotilla que seguía cantando: ¡Moni, moni, moni...
El árbol de la calle gritaba: ¡Me atacan los guiris! ¡Fuera, fuera! - Las ramas estaban atestadas de turistas beodos que se tiraban de cabeza al vacío. Por eso, los gorriones no tuvieron más remedio que emigrar lejos de sus hogares.
Fui a la playa abuscar agua de mar para la pila de lavar del comedor, de Pascualita y apenas pude llenar una garrafa. La costa se convirtió en una muralla de hoteles que no dejaban ver el mar. Abrías un cajón y salían guiris. El aeropuerto vomitaba guiris y se construyeron más pistas para tantos aviones. La isla se convirtió en un sinfín de carreteras para los coches de alquiler que se multiplicaron y hubo que hacer más carreteras lo que obligó a traer más coches... Aaaayyyy...
- Nena..., despierta. Estás teniendo una pesadilla. - Me abracé al ánima de mi primer abuelito: -- ¡Uf, menos mal! Pero, esta tarde, voy a la Manifestación contra la Masificación del Turismo ¡Anda que no!
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