sábado, 27 de julio de 2024

Mi gozo en un pozo.

Me he pasado la noche ganando medallas olímpicas ¡de oro! He sido imbatible en cuantas pruebas he participado. Aquello era un no parar. La gente se preguntaba ¿de dónde sale esta atleta fabulosa que lo mismo corre, que nada, que salta... ¡Es completísima! decían los asombrados periodistas del mundo entero.

Nunca he disfrutado tanto. Al final, los organizadores de los Juegos se pusieron de acuerdo para no tener que hacer tantas ceremonias repetitivas. - A ésta súper atleta le daremos todas las medallas  juntas y nos ahorramos tener que poner y quitar podio va, podio viene. Yo estuve de acuerdo porque sería un hito histórico. Jamás había pasado una cosa igual.

De modo que el último día de las Olimpiadas se prepararon los jueces de las distintas pruebas para colgar de mi cuello medalla tras medalla. De repente uno dijo: - Opino que lo mejor sería fundir todas las medallas de oro y hacer una sola, grande, donde esté escrito el nombre de las  disciplinas ganadas. Reconozco que respiré aliviada porque ya me veía encorvada bajo el peso del oro olímpico.

Se votó la sugerencia y se procedió a abrir los estuches que guardaban las medallas y ¡Ostras, Pedrín! no había ni una. El ¡OOOOOOOOH, de sorpresa retumbó como un trueno por todo el Orbe terrestre. Aquello era el aperitivo del cataclismo que se avecinaba. La Tierra no aguantaría tanta frustración e iríamos de cabeza al Fin del Mundo.

Los volcanes, activados todos a la vez, dejaron oír sus potentes voces, justo antes de que  toneladas de lava desbordaran por sus cráteres, diciendo: ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAAA!!!

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