Ultimamente, durante las siestas, sobrevuelo los campos de Francia vestida por los mejores modistos de aquel País, con telas naturales como son las alas de mariposa. Voy totalmente chic y disfruto de los paisajes que están bajo mis pies.
Vuelo con los ojos cerrados, no sé por qué. No debería hacerlo porque mientras los ciclistas entran en las metas esprintando como descosidos, yo acabo colgada de las torres de las catedrales. Ahí es cuando me despierto y, en lugar de los hermosos y coloridos vestidos con los que vuelo, la realidad me muestra que llevo puesto el delantal, en cuyo bolsillo suelo meter a Pascualita para que no se me despiste por casa mientras duermo.
Mi primer abuelito, que también mira el Tour de Francia, está satisfecho por cómo me sienta la ropa. - Estoy encantado de que, en la elegancia, hayas salido a mi y no a la hortera de tu abuela (me dijo mientras flotaba sobre la lámpara del comedor)
Se trataba de un hermoso piropo hacia mi y un dardo envenenado para la abuela y me sonrojé. Menos mal que nadie nos escuchó... aunque, al notar a Pascualita moverse dentro del bolsillo del delantal, no las tuve todas conmigo.
Como por arte de biribirloque, las COFRE aparecieron a mi lado montando guardia y arreando escobazos y "fregonazos" a cuanto bicho viviente se acercaba a mi, como la Cotilla sin ir más lejos: - Oye, nena, que no me muevo de ésta casAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYY!!!
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