lunes, 6 de mayo de 2019

A Trump no hay quien lo compre.

- ¡¿Veinte euros?! ¿Solo le dan eso por la carta de Trump?... Seguro que se queda un montón de pasta y a mi me da solo veinte euros. - ¿Dudas de mi, boba de Coria? Los negocios son cosa muy seria y los compromisos tienen que cumplirse. En total nos dan veinte euros, después nos los repartimos y tocamos a diez euros cada una. Bueno, tu menos porque tengo que cobrarme la comisión por haber hecho el trabajo de buscar al comprador y embaucarlo.

Una alicaída Cotilla ha llegado con malas noticias. Parece que a nadie le gusta el jefe de los norteamericanos ¡ni a ellos mismos! Pues vaya. Yo que me las prometía muy felices con un buen fajo de euros en la cartera... ¡Que rabia!

Como me tenía que explayar con alguien, saqué del orinal aristocrático a la sirena, la coloqué sobre el frutero de la cocina: - ¿Te das cuenta, Pascualita? Si no tienes dinero, no lo tendrás nunca. Dicen que el dinero llama al dinero pero si no tienes, ya puedes clamar en el desierto que nadie te va a ayudar... ¿También es así en el fondo del mar? ...

Pascualita no me prestó atención hasta que dije la palabra MAR. O sea, que la medio sardina nos entiende pero se hace la tonta. Es merecedora de un Oscar. Habrá que proponerla.

La radio no se apaga nunca en casa. Por eso, mientras hablaba con Pascualita, me llegó el eco de una noticia que me heló la sangre. ¡A reaparecido la Peste Bubónica! Aquella que mato a media Europa. ¡La Peste! Y no hay remedio para ella. Aún no se cura.

Al hablar de ello, me estremecí y la sirena me miró con sus saltones ojos de pez. De repente saltó hacia la puerta de la cocina y ... ¡PLAF!... Se estrelló contra la pared. Una y otra vez. Y así seguiría si no fuera porque la lancé en dirección al orinal y, aunque no fue un enceste límpio, Pascualita ha logrado entrar y bajar hasta el fondo, cubrirse con la arena y pasar de todo.

He comentado la noticia de la enfermedad con el señor Li. Le expliqué lo de las máscaras con cara de cuervo y un gran pico en el que se introducían hierbas olorosas y medicinales para mitigar el olor y "evitar" males mayores y en media hora tenía la tienda llena de éstas máscaras.

Le he dicho al abuelito que le regalo la carta de Trump y haga con ella lo que quiera. Vino a buscarlo y, pensando que lo tiraría a la basura, salí al balcón. Pero no lo tiró. Ahora está colgado de una de las paredes de su comedor, en el que ahora, está comiendo la ex mujer de Geoooorge. Están a punto de divorciarse porque no paran de discutir: una quiere el brexit y el otro no.

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