jueves, 23 de mayo de 2019

Aparece Tiquismiquis. (A ver lo que dura)

Pensé que la abuela se hundiría con su coche como hizo el Capitán de Titanic con su barco pero no. Ordenó a Geoooorge que saliera, la cogiera en brazos y la llevara a la acera para no mancharse el chándal de leopardo de Christian Dior. Al pobre inglés no le quedó otra que obedecer.

Esta mañana, el rolls royce ha amanecido con las ruedas hundidas, hasta la mitad, en el asfalto y no se pueden abrir las puertas.

Un vecino ha llamado a la grúa para que se lo lleve porque ocupa el sitio de dos coches y medio y el barrio tiene déficit de aparcamientos callejeros.

La grúa no ha podido hacer nada. El rolls está incrustado en el asfalto. El vecino  ha montado un pollo y los "grueros" han llamado a los municipales que no han podido hacer otra cosa que llamar a los bomberos. y éstos, a su vez, se han ido al bar de enfrente a tomar café. - Hasta que el sol caliente y funda el asfalto, no podemos hacer nada.

Todo esto lo observaba yo desde el balcón mientras las abejas libaban las florecillas amarillas del árbol de la calle, los gorriones se turnaban en el nido en buscar comida para los polluelos que ya empiezan a tener plumón. El perro del vecino del 7º 3ª regaba el tronco con su pipí. El dueño, muy concienciado, limpiaba luego el tronco con un chorritos de agua. En fin, que la mañana es idílica. Tan solo hay una nota discordante: el vecino protestón.

Aplaudí, enfervorecida, el detalle del agua, tal como manda el Ayuntamiento. El hombre levantó la cabeza. Le lancé un beso que cogió al vuelo y siguió paseando al perro.

El vecino protestón, con el ceño fruncido, me dijo: - ¿A qué viene tanto aplauso? ¡No ha hecho nada más que lo que debía! ¡Faltaría más! - ¡¡¡Calle ya, amargado, tiquismiquis!!! - Con el rostro encendido, me gritó: - ¡¿Qué me ha llamado?! - ¡¡¡Tiquismiquis!!! - ¡¡¡Le pondré una denuncia!!! - ¡¡¡Por mi como si se la pica un pez!!!

Me volqué tanto sobre la barandilla del balcón que Pascualita cayó de mi escote a la cabeza del protestón. ¡Y se armó la marimorena! En un plis plás quedó calvo . Los gritos alertaron a vecinos, grueros, municipales, bomberos y a todo bicho viviente que pasaba por aquí.

Cuando, batiendo records, llegué hasta el hombre, que no paraba de gritar, saltar, babear, moquear, llorar a lágrima viva, llegó también Bedulio. - ¡¿TÜ?! Debería haberlo supuesto.

Mientras ponía los ojos en blanco como un mártir camino del matadero, yo aproveché para dar un fuerte tirón y arrancar a la sirena del cuero cabelludo del Tiquismiquis, antes de que la viera alguien y la guarde en mi bolsillo. - Enfadada por cómo éste inútil me había estropeado la mañana idílica, pregunté a Bedulio: - ¿Quién es éste tío? - Tu nuevo vecino. De, justo, encima de tu piso.

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