viernes, 3 de mayo de 2019

Una visita a la Royal Navy.

Hace años, los barcos de guerra americanos fondeaban en la bahía de Palma. Lo sé porque la abuela y la Cotilla lo cuentan cuando rememoran sus batallitas. Buenas eran ellas para dejar escapar a fornidos marineritos sin catarlos.

Un día la abuela sacó una foto del cajón del cantarano de su cuarto. - "Soy yo" - La fotografía era de Estudio. La abuela llevaba un gran ramo de claveles, una banda que le cruzaba el pecho donde ponía Miss Simpatía y una coronita en el pelo. - ¿Fuíste Miss? - "Sí" - ¿Ligaste mucho? - "¡Muchísimo! Un chico jamaicano quiso casarse conmigo. Era guapísimo pero, cuando me dijo dónde estaba Jamaica pensé que no se me había perdido nada por allí." - ¿Y eras novia de mi primer abuelito? - "Aún, no. El salía con la Cotilla y como yo no tenía nada mejor que hacer, se lo quité" - ¡Abuela!

- "A veces lamento no haberme ido a Jamaica porque aquella gente lleva el ritmo en la sangre y tu habrías salido más sandunguera. Si es que, en el reparto de gracias, no te tocó ni una pizquita de sal."

Hoy ha llegado un barco de guerra americano y voy a ir a visitarlo y ver de cerca a los marinos, a ver si pesco algo...

Me llevo a Pascualita para que aspire el aire del mar. Al llegar al puerto he tenido la primera decepción. El barco no está en el muelle sino en medio de la bahía... y había mala mar.

La lancha que nos llevaba saltaba como un canguro borracho y antes de llegar al barco ya había echado la primera papilla... luego eché la segunda, la tercera, la cuarta... ¡Que malita me puseeeee! Encima tuve que subir por una escalerita ridículamente estrecha y colgada sobre el mar... ¡Lloré y pataleé implorando que me llevaran a mi casa! No me hicieron caso y cuando conseguí llegar arriba, todos los que iban a visitar el buque me odiaban.

Había multitud de Popeyes pero con el mareo no conseguí distinguir unos de otros. Paré a uno y le pedí: ¿Tienes aspirinas, Popeye? -  Con muy malos modos se largó de allí. Dos marinos se reían: - ¡Ser Almirante jajajajajajaja!

Pascualita pugnaba por salirse del termo de los chinos y me estaba poniendo nerviosa. De repente, ante mi apareció el Popeye Almirante; me dio la aspirina y estirando enérgicamente el brazo, me señaló la lancha en la que habíamos llegado y gruñó: ¡¡¡FUERA!!!

Aterrada, me abracé a él. - ¡No, nooooooo! - En el forcejeo se abrió el tapón del termo de los chinos ¡Y Pascualita salió disparada! Menos mal que pudo agarrarse con los dientes a la mandíbula del Almirante. Fue un visto y no visto porque en seguida tiré de ella arrancándola de allí.

Los gritos en americano eran aterradores ¡Que exagerado! Una vez que la barbilla se hinchó, era clavadito al verdadero Popeye. Y mientras emprendía una rápida huída escaleritas abajo, le grité: ¡¡¡No se olvide de comer espinacas!!!



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