lunes, 27 de mayo de 2019

¡Que susto!

Cuando se reanudó la votación, después de que la gente se secase las lágrimas, se recompusieran la ropa y recuperaran la seriedad y compostura que el acto de votar se merece, llegó uno de los policías que guardaban la puerta, se dirigió a Bedulio, le hizo un saludo militar y, acto seguido, señaló a la abuela. - ¡Esta es la sospechosa que le he dicho antes!

El Municipal carraspeó, frunció el ceño e increpó a la abuela. - ¿Qué lleva en esa horrible cantimplora de los chinos? - Sorprendida por la pregunta, respondió a la gallega. - "¿Tú que crees?" - Las preguntas las hago yo. Vamos a ver... ¿lleva ántrax? - "¿De qué vas, Nicolás?" - ¡Un respeto a la autoridad o me la llevo al cuartelillo! - "¿Qué voy a llevar, Bedulio? ¡Chinchón por si se me seca la boca.!"

Al otro guardia le dio por meter cizaña - Digale que la abra. - A lo que yo respondí. - Si fuese ántrax, abre el termo y alguien estornuda, saldremos todos en las necrológicas de ésta noche. - El corpachón de Bedulio se estremció. Hizo acopio del poco valor que le quedaba y mandó al guardia, a seguir guardando la puerta, a paso de carga.

La votación se había detenido por segunda vez y todos los ojos estaban fijos en la cantimplora. - ¿Seguro que lleva chinchón? - "¡¿Quiéres un poco y sales de dudas?" - (¡Ay, dios!) pensaba yo (va a descubrir a Pascualita ¡¿Por qué la abuela nunca me hace caso?!)

Bedulio dudó unos segundos larguííííííííííísimos y luego se excusó: - No puedo beber, estoy de servicio. - ¡Y por fin pudimos votar!
 


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