sábado, 28 de marzo de 2020

14º día de encierro. La Cotilla y sus negocios.

¡Tengo la casa llena de perros! ¿Cómo han entrado? ¿Qué hacen aquí? - Abuelito ¿los has traído tu del otro Mundo? - Antes de que el primer abuelito bajara de la lámpara del comedor para darme una explicación, los porrazos y timbrazos en la puerta de la calle, me confirmaron que estaban vivitos y coleando.

Abrí la puerta antes de que la tiraran. - ¡Estos perros no son míos! Os los regalo. - No quisieron ninguno y encima me pusieron a parir. -¡Desagradecidos! (les grité) - Creo que no me oyeron con la escandalera que formaban los perros.

Salí al balcón para tratar de adivinar por dónde habían entrado pero allí solo estaba el árbol de la calle y hay que ser un gato para subir por él.

Pasculita y yo nos sentamos a desayunar y los perros entraron en tropel ¡Estaban muertos de hambre! y hasta la sirena se asustó viendo aquellos colmillos. Hasta que uno, envalentonado, decidió que lo mismo le daba comer carne que pescado y gruñendo y arrugando el hocico se le acercó peligrosamente . Un segundo después salía de la cocina con el rabo entre las patas, llorando lastimeramente. Se le puso un morro que ya lo quisieran las locas del bótox para ellas. Los demás perros, asustados, nos dejaron en paz.

A media mañana sonó el timbre. Era un vecino de la escalera: - Hola, guapa... - ¿? - Perdona lo de antes... Tengo un mal despertar... Voy a comprar ... el pan. ¿Quiéres que me lleve un perrito y así no tendrás que bajarlo tu...? - Vale. De paso me traes a mi también. - ¿El qué? - El pan. - ¿Qué pan?... ¡Ah, si, si...!

Una hora más tarde no quedaba en casa ningún pero, salvo el herido que no podía levantar la cabeza de lo que le pesaba.

A la última vecina que llamó tuve que decirle que todos andaban pateando las calles con el resto de los vecinos. - ¡Mecáchis en la mar salada! ¡Que list@s con algun@s, leñe! Bueno, pues apúntame para ésta tarde sobre las seis.

La Primavera tiene loca a la gente. Primero están a punto de lincharme por los perros y ahora se pegan por pasearlos.

Era muy tarde cuando se abrió, sigilosamente, la puerta de la calle. - ¡Ladrones! (dije para mi mientras el corazón saltaba loco por encontrar la salida de la boca y largarse) - Me escondí tras una cortina del comedor y desde allí vi pasar ¡a la Cotilla!. (¡¿Tendrá cara la muy jodía?!)

Dio vueltas por la casa, muy nerviosa hasta que entró en mi cuarto. Salí de mi escondite y le di un susto de muerte. Pero no se asustó. Al revés, se encaró conmigo - ¿Qué has hecho con los perros? - ¿Cómo sabe...? - ¡Son míos! ¿Dónde están? - Durmiendo en el balcón. Están reventados los pobres. Los vecinos los han sacado a pasear un montón de veces... ¿Por qué me mira así? - ¿Les has cobrado? - ¡¿A los vecinos?! Claro que no... ¿por qué? - ¡¡¡LO SABÍA, BOBA DE CORIA. TE ESTÁS CARGANDO MI NEGOCIO!!! - Pero... pero... pero... - ¡¡¡LOS PERROS SON DE ALQUILER, ATONTADA!!!
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