sábado, 21 de marzo de 2020

7º día de confinamiento.

La abuela está que se sube por las paredes. - "¡Han cerrado El Funeral! ¿qué haremos ahora?" - Quedaros en casa como buenos ciudadanos. - "Es que se nos está amontonando el trabajo. Tenemos que colgar un montón de fotos en la Pared de los Finados." - Tiempo tendréis cuando pase la pandemia del coronavirus... - "¿Tú crees, boba de Coria?" - ¡Claro! Hay que ser positiva, abuela. - "Prepara café que vendré a visitarte" - ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO! Las visitas están prohibidas. - "Al final tendrá razón Andresito. Dice que si gobernaran los suyos no se prohibiría nada" - Es por nuestro bien...

No quiere entender que corremos peligro de contagiarnos y ha obligado a Geoooorge a sacar el rolls royce. Se han ido hasta Andraitx a ver el mar. Por el camino encontraron un control policial. En vez de pararse como les pedían, dieron media vuelta y volvieron hacia Palma a toda pastilla acompañados del "canto" de las sirenas de los coches patrulla.

La abuela me telefoneó: "¡Vamos para tu casa! Rápido,abre la puerta!" - Se me heló la sangre.

- Cotilla, no tendrá, por casualidad, cinta de la policía. - Pues... sí.  Encontré varios rollos abandonados cerca de una furgoneta... - Que era de la policía. - Sí. Que casualidad ¿verdad?

Con la cinta amarilla, que decía: - Policía. No pasar. - rodeé el balcón y el árbol de la calle. Poco después escuché el chirriar de frenos y mientras estaba a la espera del concierto de pitos de los coches que no podían pasar por el mal aparcamiento de Geooorge, la abuela, el abuelito y el mayordomo, entraron hasta el comedor. No pensé que, debido al encierro, no había coches circulando.

Asustada, grité: - ¡¡¡VADE RETRO, SATANAS!!! - "Qué le pasa a ésta". - La semana de encierro le está pasando factura (dijo en mi defensa la Cotilla)

Me parapeté en el balcón. - ¡Está prohibidooooooooo entrar! - "Deja de hacer comedia" - ¡Saca al coronavirus de mi casaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Por una vez y sin que sirva de precedente, Pascualita se asomó al borde del acuario al oir mis gritos y, haciendo gala de su superpuntería, escupió agua envenenada ¡a los ojos de la abuela! Cuando quedamos solas, la sirena y yo,nos pusimos moradas de chinchón.

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