martes, 3 de marzo de 2020

No estamos solos...

Aparte del ánima de mi primer abuelito, en mi casa hay alguien más y no me refiero ni a Pascualita, ni a Pepe, ni a mi. Eso no lo sabe ni Bedulio ni nadie pero ... a mi me da miedo.

Esta noche lo he comprobado una vez más cuando, de madrugada, me he levantado para ir al baño. Pero antes he ido a por la sirena para tener al lado a quién me defienda.

Se ha puesta hecha un basilisco la media sardina porque he roto su sueño. Se que fastidia pero está en  mi casa y no hace nada de nada. Decidí que debía empezar a ganarse el pienso para peces que le compro a pesar de mi escueto sueldo.

Dormía flotando en su acuario cuando la cogí suavemente y antes de que se diera cuenta, ya estaba metida en su primera pecera que guardo desde hace años.

Abrió los ojos de pez y al verme se le erizaron los pelo-algas a la jodía. Me la llevé al cuarto de baño mientras iba apagando las luces que había encendido para llegar al comedor. Al entrar en el baño crujió un mueble... ¿por qué si nadie lo tocaba? De pronto, me di cuenta de que también había apagado la luz del pasillo que lleva a mi cuarto. - ¡¡¡No, no, no, no, nooooooo!!!

No me quedó otra que atravesar, pecera en mano, el pasillo hasta el siguiente interruptor. Pascualita estaba fuera sí, lanzando mordicos a troche y moche. - ¡Quieta... puñetera! ¿Abuelito... estás... aquí? -
Una ténue luz lo iluminó. Estaba encaramado a uno de los apliques del pasillo. Esa claridad duró medio segundo y volví a quedar a oscuras.

Sentí que alguien, a mi espalda, me seguía. Incluso sentí su aliento en la nuca. Entonce ¡¡¡CORRÍ PARA SALVAR MI VIDAAAAAAA!!!. Entré en mi cuarto, lo cerré de un portazo y de un salto me metí en la cama... y toda el agua de la pecera se desparramó sobre mi y la sirena se perdía entre las arrugas del pijama mientras oía, estremecida, como sus dientes chocaban unos contra otros hasta ¡me mordió!... Ahora tengo un pecho enoooorme y ando de lado...

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