sábado, 7 de marzo de 2020

¡Egoísta!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! He descubierto que se interpretar los sueños, boba de Coria ¿Quiéres que interprete los tuyos? - Bueno... - Serán cincuenta euros: - ¿Perdón? - Si encima te haces la sorda, son veinte más. - Cotilla, no me diga que piensa cobrarme ¡a mi! que le doy de comer todos los días... - Eh, eh, eh, mira que te gusta exagerar ¿Acaso no he ido dos o tres veces al comedor social? - ¡Que cara más dura! - Bueno, qué ¿me das los cincuenta euros si o no?

No le hice ni puñetero caso, además no tenía cincuenta euros. Esta mujer siempre se las apaña para  llegar a fin de mes con los bolsillos llenos y ahora, además, hace negocio con su piso, que no emplea porque siempre está en mi casa, sin importarle el dineral que va a costarle a la Seguridad Social la de cajas de Ibuprofeno y Aspirinas que tendrán que recetarnos a los vecinos. Debe ser la jubilada de pensión escasa más rica de España.

Pascualita no puede con ella, tal vez porque le enseñamos, desde el día que nos conocimos, que tiene que esconderse cuando la Cotilla entra en casa. Por eso, cada vez que se le ha puesto a tiro, no se ha privado de morderla a gusto.

Al pensar en la sirena me ha venido una idea a la cabeza. Le contaré un sueño que bien podría tener Pascualita, como si fuera mío. Y acordándome de su afición al trapicheo le ofrecí comer fabada y perdices escabechadas, todo de bote.

Ví como la boca se le hacía agua... - Cotilla, a cambio, no me cobrará nada por interpretar mi sueño. - Toció el gesto, remugó un poco pero, al final, dió su brazo a torcer. Y empecé a contarle: - Veo sardinas con plumas de marabú en la cabeza, surcando el mar mientras los delfines las persiguen para pedirles un autógrafo. En las simas más profundas del mar hay una botella vacía, de chinchón, que un día tiró la abuela, y un intrépido rayo de sol que bajó a fisgar en aquella oscuridad eterna, se reflejó en el cristal inundando de luz aquel lugar. Fue solo un instante pero cambió la vida de la fauna que vive allí abajo. Desde entonces todos llevan gafas...

- ¿Ya está?... ¿No podrías soñar cosas más normales? - ¿Cómo caer por un tubo que, cuanto más cerca estoy de la salida, más se estrecha? - ¡Algo así! - Pues no.

 La Cotilla estuvo reflexionando un buen rato. al final, dijo... : Esto quiere decir que cuando estabas en el vientre de tu madre querías ser pez... Siempre he dicho que eres un poco rara... - ¡¿Ya está?! - ¿Qué más quiéres por dos botes de comida compartida?

Fui al comedor y dije a Pascualita: - Tírale agua envenenada cuando pase por tu lado. - Después pedí a la Cotilla que fuera encendiendo el televisor para ver a la Esteban. Dudé que Pascualita me entendiera pero el alarido y las carreras, saltos, llantos, crujir de dientes... me confirmó que sí lo había hecho.

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