domingo, 29 de marzo de 2020

15º días de encierro. La insolación.

- ¡Aaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyy, que solecito más ricooooooo! Como ya estamos solas, me he sentado con Pascualita en el balcón a ver pasar ... a nadie. Ni una rata andando por la calle. Temo el momento en que nos dejen salir. Será como abrir la puerta del toril y en lugar de un miura, saldremos tropecientos histéricos en mogollón, dándonos codazos unos a otros.

- Me tiene preocupada la salida a la calle de todos los ciudadanos y ciudadanas en tropel, Pascualita, incluso sueño con ello. Esta misma noche sin ir más lejos, he soñado que salía yo a la calle con la alegría en el cuerpo, alocada como una quince añera, cuando tropecé con el Hombre de mi Vida ¿Te imaginas? ¡EL HOMBRE DE MI VIDA, NADA MENOS!

La sirena me miraba, atenta. - El futuro padre del bisnieto de la abuela y voy y... le di tal empujón que fue a parar en medio de la calle, justo cuando llegaba el rolls royce de los abuelitos y lo atropellaron. Pero un atropello de tres al cuarto ¡que va! Le pasó por encima y lo dejó planchado en el asfalto.

- ¿Te lo puedes creer? Pues así fue. Y claro, ahora tengo miedo de que llegue el día de apertura de puertas por si el sueño se cumple.

Mientras hablaba nos íbamos comiendo un bocadillo entre las dos. Y poco a poco, los gorriones del árbol de la calle se fueron colocando en la barandilla del balcón a la espera de algunas miguitas de pan.

- ¿Sabes que te digo, Pascualita? Pues que no saldré. Me quedaré encerrada en casa para siempre y así evitaré ser responsable de la muerte del hombre de mi vida. - Pascualita bostezó. - ¿Qué quieres saber? (me gusta interpretar lo que piensa la sirena) ¿Cómo es?  Pues... en el sueño no le vi la cara. Menuda faena. Ahora no sé si salir a la calle o quedarme en casa para siempre porque ¿y si no vale la pena? Claro que, si la vale... ¡¿Qué hago?!

Me debati en la duda durante una hora mientras la barandilla seguía llenándose de pájaros. Pascualita se puso roja como un tomate con tanta solana y yo no conseguí llegar a ninguna solución. De repente  los gorriones, hartos de no recibir ni un mísero trocito de pan, trinaron a la vez Y quizás fuera a causa de la insolación que cogí pero me pareció que decían: - ¡¡¡NO ERES MÁS TONTA PORQUE NO TE ENTRENAAAAAAAS!!!

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