martes, 10 de marzo de 2020

Pánico egoísta.

- ¡Aaaaaaayyyyyy, Pascualita, que pereza más grande tener que ir a la compraaaaaaa! Y eso que hace buen día pero eso de tirar del carro de la compra no va conmigo. Desde que tengo una abuela rica considero humillante hacer un trabajo que antes hacían los burros pero como no tengo mayordomo, ni comida en la nevera, no me queda más remedio que salir a la calle con el dichoso carrito.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! - ¿Con quién hablas, boba de Coria? - Con Pascu... conmigo misma, Cotilla. - ¡Mentira cochina! ¡Estás liada con Pascual a espaldas de tu abuela ¿Te parece bonito? - No tengo opinión en éste tema... - ¿Lo que no tienes es vergüenza? - Esto me recuerda que tampoco tengo patatas, ni latas de fabada asturiana, ni ná de ná. Me voy al súper.

Dejé a la Cotilla con la palabra en la boca y toda la casa para ella, para que buscase al dichoso y ficticio Pascual ... ¡mira que si lo encuentra!

Del supermercado habían desaparecido un montón de cosas de las estanterías. En las cajas estaban los carros atestados de productos como si se acabara el mundo. Pregunté a una mujer que se llevaba aceite para un año: - ¿Qué fiesta es mañana? - ¡¿No me diga que mañana estará cerrado el súper?! ¡¡¡NO ME LO DIGA, NO ME LO DIGAAAAAAAAAAA!!! - Y le dio un ataque de ansiedad.

La gente de las colas dejó los carros y corrió a por más provisiones: - ¡¡¡Han dicho que mañana estará cerrado!!!

Los ataques de ansiedad se multiplicaron. La gente pisaba a quienes caían al suelo mientras corrían en busca de lo poco que ya quedaba por vender. Alguien gritó - ¡Queda una caja de kleenex! - ¡¡¡ME LA LLEVOOOOOOOOOOOOO!!! - Y siete personas se lanzaron a por ella.

Mientras yo miraba, asombrada, estos episodios de pánico egoísta, una mujer se llevó a Pascualita, que iba en plan broche en mi solapa, mientras le gritaba a la pobre cajera: ¡¡¡Apunta en la cuenta una sardina!!! - Fui a por ella sin pensarlo y de un manotazo se la quité: ¡Y se armó la de San Quintín! mientras, la sirena iba de mi mano a la de la histérica. La cajera sumaba e, inmediatamente, restaba hasta que la registradora empezó a echar humo y, de repente, ¡estalló!

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