sábado, 4 de julio de 2020

Cuidado, por favor.

Tengo la camisa que no me llega al cuerpo. Los abuelitos me han comunicado que esta noche se abre ¡por fin! (dicen ellos), la cafetería El Funeral después de tres meses de cierre.

- "¡Ay, que nervios, nenaaaaa! Nos vamos a hinchar a bailar, beber y hablar por los codos. ¡Ya era hora que volviera la normalidad!" - No os olvidéis de la mascarilla. - "¡No digas tonterías! ¿Quiéres que nos ahoguemos de calor?"

- Pónme con Andresito, abuela... ¿Tú sí que llevarás la mascarilla, verdad abuelo? - Ay, nena, me emociona que te preocupes por nosotros pero en El Funeral no hará falta. Allí nos conocemos todos. - Me preocupo por los que no estaremos allí ¿No ves que puedes infectar a la Momia?  - Que sí, guapa. Lo que tu digas ¡Hasta luego, Lucasssssss!

Pasó el día y ya, de madrugada, cuando mejor estaba durmiendo, llamaron a la puerta. Mi trabajo me costó levantarme y abrir a esas horas brujas de la noche. - ¡¿Geoooorge?! - Madame decir que tu ser aguafiestas y también que yo decir a ti ¡la madre que te parió!

Dio media vuelta y se marchó.

No pude dormir más porque me había desvelado. Aprovechando que Pascualita dormía profundamente sobre la arena del fondo del acuario, me preparé una jarra fresquita de chinchón on the rock para mi sola y me la llevé al balcón.

Un buen rato después, Bedulio y unos compañeros pasaron caminando por la acera. Comentaban algo de su trabajo: - ... lo de la redada de ésta noche es lo nunca visto. Hay que ver los cientos de años que sumaban entre todos los que hemos pillado. - Después de la juerga inicial han pasado lista y se les ha caìdo la moral por los suelos, pobrecillos. Tendrán que ampliar la pared de los Finados ...

Llené mi copa, la levanté hacia la Luna y brindé en recuerdo de tod@s los que se ha llevado el maldito coronavirus, después me acosté en el balcón y dormí hasta que el sol me despertó. Todavía tenía la cara llena de lágrimas.

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