lunes, 27 de julio de 2020

Hace calor.

Me he comprado un botijo para ver si, bebiendo su agua, se me va el calor. Y sí, un poco se me ha ido cuando lo he levantado y, en lugar de apuntar a la boca con el pitorro fino lo he hecho con el gordo ¡Menuda ducha me he dado!

Pascualita, que también sufre los calores, al ver el agua en el suelo, se ha dado impulso con la cola desde el acuario y se ha estrellado contra el suelo y por poco se muere, primero porque el trastazo ha sido de campeonato y segunda, porque el agua es dulce.

He tenido que ponerle una tirita en la cabeza porque se ha abierto una brecha en la frente. Le haría una foto si no fuera porque, cada vez que lo intento, me da la risa floja ¡No es más fea porque no se puede! No sé si será por el golpe pero tiene un ojo que mira para Oriente y el otro para Occidente.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿De qué te ríes, boba de Coria? - ¡Cotilla!¿No sabe llamar a la puerta? - Teniendo llave no hace falta.

Había tenido el tiempo justo para guardar a la sirena en mi escote. La había puesto bocabajo sin darme cuenta que en mi canalillo había quedado un charquito de agua y, de repente, empezó a darme coletazos: ¡zas, zas, zaaaaaaaaaaaaas! - La Cotilla miraba por todas partes - ¿Qué es eso? ¡Es un pez! - (¡La madre que la parió! Pensé) - ¡¿Qué hace un pez en tu escote?! - ¡Eso digo yo! (me hice la asombrada)

Conseguí sacar a la sirena de la "trampa" donde estaba y la arrojé lo más lejos que pude... el árbol de la calle. - ¡Qué haces, loca! hubiésemos podido hacer una sopita de pescado la mar de rica! (gritó la Cotilla) - Pero si no medía un palmo ¿qué sopa iba a salir de eso? - Eres una manirota. Así no encontrarás nunca un novio que quiera hacerte un bisnieto.

Cuando, por fin, la Cotilla se durmió en el sofá de la salita, corrí a rescatar a Pascualita de los gorriones. Escuchando la escandalera que venía de la copa del árbol me temí lo peor. No me equivoqué. Saltando y piando, vi gorriones con enormes muslos de pollo, otros con un ala espectacular, alguno tenía la cabeza como la de un niño. En fin, los dientes de tiburón habían trabajado a destajo. Pascualita, al verme, sacó su dentadura a pasear pero le acerqué la escoba para que se cogiera a ella y un minuto después, nadaba tranquilamente en su acuario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario