miércoles, 15 de julio de 2020

Una mascarilla para mi primer abuelito.

He llamado varias veces a la abuela y me ha colgado el teléfono otras tantas. Voy a volver a intentarlo. - ¿Abuela? ¡no cuelgues o pagarás las consecuencias! - "¡¡¡¿Me estás amenazando, boba de Coria?!!! Ahora mismo te tacho del testamento - ¡NOOOOOOOOOOOOOO! La culpa no es mía sino de tu primer marido. Quiere que le hagas una mascarilla de esas tan espectaculares... - "¡Porque tú le has hablado de ellas!" - ¡Que no! Las vio cuando las trajiste a casa. Se entera de todo porque siempre anda por el techo y desde allí arriba nos espía. - "¡No pienso hacerle ninguna mascarilla a ese berzotas!" - Pues me ha dicho que vendrá a tu casa y, si le gusta, se quedará allí para siempre. - "¡Mentira! ¿cómo te lo ha dicho? ¿Es que ahora hablas con los espíritus?" -  Me escribe...

Después de ponerme a parir por empezar a beber chinchón de buena mañana, me ha dicho que no me cree. - ¡Es verdad! Es una nueva técnica que usa para ponerse en contacto conmigo. - "Procura que no me lo encuentre en mi casa o te armo la Marimorena" - ¿Qué te cuesta regalarle una mascarilla si tienes un montón? - "Yo tengo unos principios, una moral, una... " - ¡Una hipocresía enorme, abuela! Primero te lo cargas, como sea que lo hiciéras y ¿ahora no puedes regalarle una telita con elástico y brillantitos... y plumitas?

- "Bueno, me lo pensaré... pero que no venga a la Torre del Paseo Marítimo"

Media hora más tarde, del rolls royce se bajó Geooooorge con un paquetito en la mano: ¡la mascarilla!

Cuando se la enseñé a mi primer abuelito se le saltaron las lágrimas y como no hay cara por la que correr porque es un espíritu, cayeron al suelo en plan cataratas del Niágara. Menos mal que tenía el balcón abierto y la riada salió por allí a la calle justo, cuando Bedulio pasaba por debajo.

Lo sé porque me hechó la multa por tirar agua a la via pública y mojar a una autoridad municipal por debajo de mi puerta. Que poca correa tiene éste hombre.

Cada vez somos más los que salimos al balcón a ver pasar la vida mientras degustamos unos chinchones on the rocks fresquitos: Pascualita, Pepe, a veces la Cotilla, yo y ahora también, mi primer abuelito. Ya casi no cabemos... Y entonces apareció el señor Li que volvía de un viaje al que lo mandé. Estaba cambiado. Llevaba una coleta larguísima, rematada por un lacito rojo. Tenía mal color de piel, parecido al de la sirena: amarillo-verdoso-gris-blanquecino. Cuando me vió exclamó: - ¡Que pesadilla. Quelel coltal mi cabeza! - ¿Por qué? - ¡Polque coleta no sel tan lalga como decil Leina china. Que jodía la tía!

No hay comentarios:

Publicar un comentario