miércoles, 22 de julio de 2020

¡Menuda sorpresa!

Esta mañana ha habido cambios en casa. Ha sido toda una sorpresa ¡y un susto! Pepe ha querido dejar claro que, en vida, no fue ni una damisela inglesa de finales del siglo XIX que se perdió en la selva de Papúa, cosa que los jíbaros aprovecharon para meterla en la olla del cocido y que más tarde , redujeron su cabeza hasta hacerla del tamaño perfecto para ser un llavero.

Ni tampoco un explorador europeo al que le pasara lo mismo.  Porque hoy ha quedado demostrado que Pepe fue un señor con toda la barba Así es como ha amanecido hoy.

Al entrar a la cocina con Pascualita para desayunar, del estante donde siempre está el llavero, pendía una melena lacia y negra que me ha descolocado. - ¿Pepe? ¿Estás bien? ¿a qué viene tanto pelo? - La cabeza ha dicho OOOOOOOOOOOOOOOO. Y como con eso no me ha quedado claro lo que quería decir, he tenido que subirme a una silla para verlo. ¡Pepe tiene barba y melena, largas, lisas y negras!

¡Ostras, que susto me he llevado! Me había venido a la mente la figura de horribles arañas peludas, luego me he dicho ¿Tan peludas?

Pues nada de bichos. Era Pepe, que no debía llamarse así en los tiempos en que se lo comieron con patatas. ¿Quién fue entonces? ¿Un guerrero enemigo de quienes lo asaron? ¿El plasta de la tribu?... Esta historia todavía no ha llegado a su fin pero va avanzando poco a poco.

El ojo-catalejo estaba fijo en  mi y me sentí en la obligación de decirle algo. - Bonito pelo, Pepe... - Y el contestó - OOOOOOOOOOOOOOOO.

De repente, Pascualita, haciendo palanca con su potene cola de sardina, saltó al estante y cogiendo a Pepe del pelo, lo volteó como hace un vaquero del Oeste con el lazo para coger una vaca y ¡lo soltó! Yo no salía de mi asombro y no fui capáz de reaccionar con rapidez, por eso Pepe salió volando por la ventana de la cocina que da al árbol de la calle.

Até un imán a una cuerda y, gracias al llavero, conseguí sacarlo de allí antes de que algún pájaro intentara alguna jugarreta contra él. Mientras, Pascualita no paraba de aplaudir y hacer la señal de OK. ¡Madre, la que me ha caído encima con éstos dos!

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