sábado, 11 de julio de 2020

¡Menudo genio!

Estaba instruyéndome mirando la tele mañanera, entre cabezada y cabezada, cuando ha empezado a llover ¡en la salita!

Corrí a casa de los vecinos de arriba. - ¡Tenéis una tubería rota y me ha mojado toda! Mirad cómo vengo. ¡Llamad al Segurooooooo! - y volví a bajar dejando a aquella gente sin reaccionar.

Entré en la salita con el cubo y la fregona para recoger el agua pero... ¡el suelo estaba seco! y la butaca... ¡todo! incluso yo. Pero fue sentarme de nuevo y volvió a llover, incluso hubo truenos y relámpagos. Saltaron los fusibles cuando la casa quedó en penumbra. De repente tuve miedo.

Miré al techo y allí estaba una nube tormentosa que lo ocupaba todo ¡y me seguía donde quiera que fuese sin dejar de descargar agua sobre mi!

Sabía que era una pesadilla y que de un momento a otro despertaría. ¡No sé qué quería decir este estraño sueño! Abrí un paraguas a pesar de que la abuela lo tiene absolutamente prohibido: - "¡Trae mala suerte!" (habría dicho si me viese)

Llamaron a la puerta. Eran los vecinos de arriba y un señor que dijo: - Soy el del Seguro. Enséñeme los desperfectos. - Los pasé a la salita mientras les comentaba: - ¿Habéis oído los truenos? - ¿Esta noche? - ¡NO! Hace dos minutos.

La salita estaba seca. El sol entraba a raudales por la ventana abierta. El resto de la casa estaba seca también. Y en el techo no había ni rastro de la nube negra. Los visitantes me miraban, perplejos y por el rabillo del ojo percibí como el vecino se ponía un índice en la sien y hacía la señal de ¡Está como una cabra!

Cuando me quedé sola, con la mente hecha un lío, la jodía de Pascualita se asomó al borde del acuario e hizo la señal de OK mirando a lo alto... donde mi primer abuelito le correspondió con una sonrisa de oreja a oreja. Después me miró, frunció el ceño y escribió algo en el aire que pude leer antes de que las letras se esfumaran: - ¡La próxima vez utilizas de mascarilla a tu padre, boba de Coria!

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