domingo, 12 de julio de 2020

Que cruz tengo con ésta tropa.


En un descuido de la sirena he cogido unas cuantas mascarillas y las he puesto a secar. Cuando se ha dado cuenta se ha cabreado como una mona. - ¿Y qué querías que hiciera, media sardina? si salgo a la calle si ella me multarán y no está el horno para bollos.

Mi primer abuelitos todavía está de morros conmigo. Pues sí que le dura el enfado a éste. Habrá perdido la noción del tiempo al estar en ese extraño lugar donde "viven" los fantasmas, las almas errantes, los suspiros de las enamoradas... Allí no hay relojes, que yo sepa y les da lo mismo ocho que ochenta. Nunca llegan tarde a los sitios porque, como no quedan con nadie cualquier momento es bueno para aparecerse.

El caso es que en casa se respira un aire enrarecido por el mal genio y el mal humor. Menos mal que siempre me queda Pepe. Este sí que es un alma cándida que nunca se enfada por nada. Está tan ricamente en su estante de la cocina y come de los aromas de los guisos (cuando los trae la abuela) y de las latas de fabada recién abiertas. Me sale baratísimo.

Lo he cogido para expresarle mi gratitud por su modo de ser y me ha mirado fruciendo el poco ceño que tiene su ojo-catalejo. - ¡¿Qué te pasa a ti, llaverito?! - No ha dicho esta boca es mía, cosa natural si tenemos en cuenta que es una cabeza decapitada, hervida y menguada. Pero como no es tonto, ha dirigido la visión hacia mi primer abuelito que parece haberse convertido en el "Maestro armero" de los "raritos" de mi casa.

Y éste, ha escrito una frase en el aire, señalando que se lo "dictaba" Pepe. - ¿Voy a ser el único que coja el coronavirus, boba de Coria?  ¡¡¡QUIERO UNA MASCARILLA, JODIA!!! 


No hay comentarios:

Publicar un comentario