martes, 28 de julio de 2020

Hace mucho calor.

Me paso el día en el balcón mientras da la sombra. He puesto un barreño con agua de mar y cubitos para Pascualita y mis pies. Yo los tengo en remojo mientras ella nada lentamente al rededor. Los gorriones, que saben que el agua no es potable, se amorran a los pitorros del botijo y se bañan en un bote redondo de taper.

En el caso de que se presente la Cotilla de improviso, levanto los pies, Pascualita se cobija debajo y no la ve. Lo hemos ensayado y nos sale requetebien... Era mediodía cuando han llamado a la puerta, cosa que me ha descolocado porque quién, en su sano juício, va de visita a éstas horas mientras los termómetros de las calles marcan cuarenta grados.

Como el timbre de la puerta sonó de nuevo, no tuve más remedio que abrir. Para evitar sustos, tapé el barreño de Pascualia con una toalla. Era Bedulio. - ¡Dios mío! Parece que hubieras cruzado el desierto del Sahara de punta a punta. - Estaba mojado de sudor. A sus pies se había formado un charquito que íba creciendo ... La cara congestionada y roja como un tomate no auguraba nada bueno. - Anda que también tu jefe... ¿No podía esperar a que fuera más tarde para mandarte con un multa? - No... (tenía la lengua hinchada como si hubiera estado hablando durante horas) ¡A...gua!... - No lo entendí. - ¿Guau? - No... ¡Agu... a! - Mientras yo trataba de entender lo que quería decirme, el charquito empezó a bajar por la escalera.

- A ver, deletrea porque no te acabo de entender. Has dicho A... ¿qué era lo otro? - Me dio la impresión de que el rojo de la cara aumentaba de intensidad y el sudor brotaba más deprisa. - ¡Hijo de mi vida! Pueden ponerte de surtidor en alguna placita de esas tan monas que hay por Palma. Y lo que se ahorraría el Ayuntamiento porque tendrían una estatua, tú y un surtidor, tu sudor jajajajajajajaja

Alguien entró en la finca. Se oyó un grito y un golpe. Después un ¡ayayayayayayayay! Luego - ¡¿Quién ha sido el guarro que se ha meado aquí!? - Me dio la risa - ¡No es pipí! jajajajajajaja Es sudor de Bedulio ¡Tendrías que ver que exageración! - ¿Y no puede sudar en su casa? ¡Podría haberme matado!

Sin darme tiempo a reaccionar, Bedulio me cogió del cuello, repitió la palabra ¡A...a...a...g....! Y cayó redondo al suelo. No me quedó más remedio que llamar al 061. - ¡Este hombre está deshidratado! (dijo una doctora) - No me extraña, con lo que suda. - ¿Le ha dado agua? - ¡No, señora! ¡No ve que podría ahogarse!

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