miércoles, 29 de julio de 2020

¡Hace una calorada de 40º!

Me paso el día con la fregona en la mano recogiendo los chorros de sudor que me caen solo por llevarme un vaso de agua a la boca - ¡Esto es el Infiernoooooooooooooooooooooo! (grito) - Una risa con sonido estereofónico suena cerca de la lámpara del comedor. Es mi primer abuelito que subido a ella, se abanica con una tela de araña  abandonada. - ¡Que pardilla eres, nieta! En el Infierno se está tan estupendamente porque son tantos los riquísimos que han sido destinados allí que han acabado poniendo aire acondicionado por todos los rincones del Averno.

Pues, un poco por respeto porque es mi abuelito y otro poco por el cariño que le he ido cogiendo desde que le conozco ¿por qué no tengo que creerle? ¡Le creo a pies juntilllas! Por eso llamé a la abuela para contárselo y, de paso, decirle que no hará falta que se lleve un abanico al Infierno. - "¿Te lo ha dicho el Juanlanas de mi primer marido? ¡Y tú te lo has creido! No eres más tonta porque no te entrenas" - Más sabrá él, como anima en pena que es, que tu que sigues aquí. - "Con lo que tuve que aguantarle ya he redimido mis penas"

Comenté todo ésto con Pepe y Pascualita. El jibarizado sigue haciendo gala de su buena educación no interrumpiendo la conversación ni ofendiendo con sus opiniones. Su letra favorita el la O y, a veces, se pasa todo el día repitiéndola. - OOOOOOOOOOOOOOOO... - hasta que lo lanzo contra el suelo para que se calle. De momento es mano de santo.

Pero ese catalejo que le salió en un ojo no para de moverse. Y me preocupa porque, de ser cierto lo que me imagino, Pepe es ¡un espía! ¿Para quién trabaja? ¿Para la abuela? ¿Para Bedulio... ? ¿Para la Cotilla?
Y si es un espía tendré que fusilarle. O mejor se lo devuelvo al señor Li y que lo espíe a él para mi. Aunque, primero, tendré que descifrar ese idioma raro que se ha sacado de algún pedazo de cuerda vocal que no se llevó por delante el sable que lo decapitó.

Dios mío, cuánto tragín me toca resolver. No es raro que sude de ésta manera. Y encima, Pascualita no sale de su acuario lleno de cubitos para mantener el agua fresquita y pasa de mi. De vez en cuando hace la señal de OK con sus deditos palmeados, pero no lo hace por convicción de lo que digo, sino para que me calle de una vez. ¡Que cruz tengo con éstos dos!

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