miércoles, 27 de enero de 2021

Dichosa Pandemia.

 Me ha llamado la abuela: "¡Nena, llévate a tu abuelito y no me lo devuelvas que no hay quién lo aguante!" - Aguántalo tu que eres su mujer! - "¿Es tu última palabra?" - ¡Por supuesto! - "Vale, pues ahora mismo llamo al notario para que te quite del testamento" - Abuela, "por supuesto" quiere decir... vengaaaa, vaaaaale.

Me ha llamado Andresito: - ¡Nena, te mando a tu abuela para que te la quedes para tí, para siempre! - ¡Ni hablar! Santa Rita, santa Rita, lo que se da no se quita! - Te acabas de quedar sin la Torre del Paseo Marítimo. - Espera, espera. Solo te estaba cantando la canción de Santa Rita, hombre. Que suspicaz eres... De todas maneras convendría que os pusiérais de acuerdo porque acabaréis coincidiendo los dos en mi casa.

Esta escena se produce cada vez más a menudo desde que cerró El Funeral por culpa de la Pandemia. Los abuelitos apenas salen a la calle. Están juntos todo el día y lo que, al principio del coronavirus, tomaron como una ocasión única para satisfacer calenturas de las entrepiernas mañana, mediodía, tarde, noche, día sí y día también, dio paso al aburrimiento supino cuando empezaron a crujir huesos y articulaciones por falta de mantenimiento sexual.

Y ahora han cogido mi casa como tierra de nadie, neutral, de acogida... ¡por el pito del sereno, vaya!

De repente, la nuerona que se encarga de ¿ordenar? mis pensamientos despertó de su letargo y dijo: - Encárgale un trabajo a ambos. Por ejemplo, que Andresito escriba una carta al Presidente pidiendo la apertura de El Funeral y que la abuela haga lo mismo pidiéndolo a los Sindicatos. Mientras escriben y esperan respuesta pasaran unos días tranquilos.

Ha sido peor el remedio que la enfermedad porque la Cotilla se enteró de éstos planes y lo ha ido contando por toda Palma. Y la ciudadanía se ha dividido entre los que les llaman EGOÍSTAS por defender la apertura de ¡una sola cafetería! y los que les llaman EGOÍSTAS por querer que abra una cafetería en plena escalada del puñetero coronavirus.

Total, que ahora están los tres (Geoooorge incluído) en mi casa. De incógnito, dicen ellos, para que no los encuentren sus detractores. Y mientras Pascualita y yo no podemos tener nuestras charlas, ellos se pasan la vida encerrados en la habitación de la abuela, el somier se queja del ajetreo al que le tienen sometido éstos dos. Estoy apañada.

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