lunes, 18 de enero de 2021

La avaricia rompe el saco.

 La Cotilla se salta las normas del Gobierno y sigue trapicheando. Lo último que ha vendido ha sido una gran partida de mascarillas (a saber de dónde las ha sacado) con un agujerito para meter una parte del cigarrillo y poder fumar sin destaparse la cara.

Según ella, se las quitaban de las manos. - ¡Ya tengo para llegar a fin de mes! - ¿Me va a pagar algo por dormir y comer en mi casa? - ¡Egoísta!

Los robocops-municipales han vuelto varias veces más a registrar y siempre se van con las manos vacías. Cuando les abro la puerta hago una reverencia y digo: -Pasen y miren vuesas mercedes. Ya saben el camino. - Un día uno de ellos remugó. - Yo diría que se está quedando con nosotros.

La Cotilla les preparaba cafes, les daba conversación mientras trabajaban. Era de lo más amable con ellos. Y ante las súplicas de ellos instándola a "cantar", decía: - ¡Ojalá pudiera ayudaros pero ya véis que vivo de prestada en ésta casa... - Que bien sabe llorar ésta mujer. Consiguió que uno de los guardias propusiera hacer una recolecta poniendo una parte de sus sueldos. Pero Bedulio no estuvo por la labor y no se habló más del asunto.

Con tanta gente por casa ni Pascualita, ni Pepe, ni mi primer abuelito y no digamos el árbol de la calle, estaban a gusto. Fue éste quien se erigió en portavoz del resto de la "familia" - Cantaré, cantaré y a más de un@ le dará tal dolor de cabeza que se acabarán las aspirinas en las farmacias de Palma. Esto es un ultimatum. Tu misma, boba de Coria.

Mi primer abuelito desapareció durante un tiempo. Cuando reapareció traía una sonrisa de oreja a oreja y un monóculo en el ojo izquierdo. Telepáticamente, dijo: - La mercancía de la Cotilla está apilada en su piso. ¿Lo canto yo o lo cantas tú? - Mejor el árbol de la calle.

Lo cantó a los cuatro vientos. Poco después por el 4º piso de mi finca desfilaron un sin fin de chinos llevándose todas las cajas que encontraron, que para eso eran del señor Li.

Ahora la Cotilla anda mohína y quejosa: - ¿Es que ya no queda nadie que abandone cosas en las aceras? ¡Dichoso coronavirus!



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