miércoles, 6 de enero de 2021

Regalo de Reyes.

El árbol de la calle llamó a casa  para decirme que, sobre una rama, habían dejado un gran saco. - ¿Quién ha podido ser? - Ni idea. Me he dormido pronto para no ver a los Reyes Magos haciendo su trabajo por si luego no me dejaban nada.

- ¿Los árboles también recibís regalos? - ¡Naturalmente! Si puedes recibirlos tu que no eres nadie... - ¡Oye! - No deben haber sido de tu agrado porque menudo genio te gastas, bonito. - No soy un pez. Soy un platanero. - Pues nunca he visto con plátanos ¡Haber si invitas!

- No hago plátanos, boba de Coria. Saco hojas puntiagudas, mis semillas son pequeñas pelotitas que, al abrirse, se expanden por doquier y llenan el aire de polen... - ¿Así que eres tu quien me hace estornudar todas las Primavera? ¿Y quién me llena la casa de hojas muertas? - Es uno de los bonitos regalos que hacemos los árboles. - ¿Bonitos? Te voy a comprar una escoba para que barras tus regalitos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué me han traído los Reyes? - Usted sabrá. - Los regalos estarán en... ¡el árbol! - ¡Lo que hay allí es mío porque ésta es mi casa! - Pero ese saco lo encontré yo junto a una de las carrozas de la Cabalgata.

Si me pinchan no me sacan sangre. - ¡Ha tenido el valor de robar juguetes de los niños de Palma! - ¡Ya estamos! ¡que me lo he encontrado! Y para que se lo lleve otro me lo he llevado yo. 

Encorajinada, abrí el saco que estaba lleno de... ¡CARBON!

Aún me rio de la cara que se le quedó a la Cotilla y lo deprisa que se marchó a la calle con un palmo de narices. Desde ese momento fui repartiéndolo entre todos los de casa. - A Pepe le puse un trozo a su lado, en la repisa de la cocina. Al acuario eché unos cuantos pedazos y pronto Pascualita subió a por más. Mi primer abuelito no se quedó atrás después de decirme, telepáticamente, que siempre le había gustado.También hubo para el árbol de la calle y las familias de gorriones que lo habitan. Incluso le tiré al Municipal que pasaba por mi calle. 

Estuvo a punto de sacar la pistola creyendo que lo atracaban pero cuando lo probó me pidió más. La única que no lo probó fue la Cotilla que se fue a la calle sin saber ¡que era carbón dulce! 

Esta tarde vendrán los abuelitos a comer carbón. Y después, cuando la Cotilla vuelva a casa, le contaré la verdad. Ya me imagino su reacción: ¿Os lo habéis comido, egoístas? Hubiese podido llegar a fin de mes vendiéndolo en el trapicheo.

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